EL EVANGELIO DEL REINO. Abril 6, 2025 - 5o. Domingo de Cuaresma
“El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”
EVANGELIOS
Diana Patricia Cuartas Calderón
4/6/202510 min read


EL EVANGELIO DEL REINO DE LA VOLUNTAD DE DIOS ☀️
“El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”
Abril 6, 2025
Lecturas del Día:
Primera Lectura: Isaías 43, 16-21
Mirad que realizo algo nuevo y apagaré la sed de mi pueblo.
Salmo 125:
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Segunda Lectura: Filipenses 3, 8-14
Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma muerte.
+ SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN
8, 1-11:
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?"
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra."
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor."
Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."
PALABRA DE DIOS
GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS
LECTURAS DE LOS EVANGELIOS DEL REINO ☀️
+ EL POEMA DEL HOMBRE DIOS:
El Evangelio como me ha sido Revelado:
Jesús, los fariseos, la adúltera:
20 marzo 1944
“Veo el interior del recinto del Templo, o más bien uno de tantos patios rodeados de pórticos. Veo también a Jesús, cuyo manto cubre su vestido de color rojo oscuro (parece hecho de lana gruesa), que habla a la gente que lo rodea. Estaría por decir que es una mañana invernal porque veo que todos están muy bien envueltos en sus mantos, y que hace más bien frío porque en vez de estar parados caminan rápidamente para calentarse. Sopla viento que sacude los mantos y levanta el polvo de los patios. El grupo que rodea a Jesús, el único que está parado mientras los otros van y vienen alrededor de este o de aquel maestro, se abre para dejar que pase un grupo de escribas y fariseos que gesticulan, y que más que nunca traen el veneno en su alma, que les brota de los ojos, de su cara, de su boca. ¡Qué víboras! Más bien que traer, arrastran a una mujer de unos treinta años, despeinada, con sus vestidos desarreglados, como que ha sido golpeada, y que llora. La arrojan a los pies de Jesús como si fuese un montón de andrajos o despojos de algún muerto. Se queda allí, tirada en el suelo con la cara apoyada sobre los brazos, que la ocultan, y que le sirven de defensa contra el suelo. “Maestro, ésta fue tomada en flagrante adulterio. Su marido la amaba, nada le faltaba. Era la reina de su hogar. Pero lo traicionó porque es una pecadora, una viciosa, una ingrata, una sacrílega. Es adúltera y como a tal se le va a lapidar. Moisés lo prescribió. Manda en su ley que tales mujeres sean lapidadas como animales inmundos. Y que si lo son, porque traicionan la fe y al hombre que las ama y las cuida, porque son como tierra que jamás se sacia, sino que están muertas de lujuria. Peor que las prostitutas son, porque sin necesidad de algo, se hacen daño a sí mismas para dar alimento a su impudencia. Son unas corrompidas. Son unos seres que todo contaminan. Deben ser condenadas a muerte. Moisés lo mandó. Y Tú, maestro, ¿qué dices de esto?” Jesús, al que la llegada tumultuosa de los fariseos, a los que había mirado con una mirada penetrante, había interrumpido y luego había bajado sus ojos a la pobre mujer, arrojada a sus pies, no dice nada. Siguiendo sentado, se inclina y con un dedo escribe en las piedras del patio que el viento cubre de polvo. Ellos hablan y Él escribe. “¿Maestro? Te estamos hablando. Escúchanos. Respóndenos. ¿No has entendido? Esta mujer fue sorprendida en adulterio. En su casa. En el lecho de su marido. Lo ha ensuciado con su pecado”. Jesús continúa escribiendo. “¡Que si es tonto este hombre! ¿No veis que no comprende nada y que traza signos en el polvo como un pobre demente?” “Maestro, por tu buen Nombre, habla. Tu sabiduría responda a nuestra pregunta. Te repetimos: a esta mujer nada le faltaba. Tenía vestidos, comida, amor. Y ha traicionado”. Jesús continúa escribiendo. “Ha faltado a la palabra a su marido que tenía confianza en ella. Su mentirosa boca lo saludó al despedirse y con una sonrisa lo acompañó hasta la puerta y luego abrió la puerta secreta e introdujo a su amante. Y mientras su marido estaba ausente por el trabajo que era para ella, ésta como un animal inmundo, se echó en brazos de la lujuria”. “Maestro: es una profanadora de la ley además del lecho nupcial. Una rebelde, una sacrílega, una blasfema”. Jesús continúa escribiendo. Escribe y borra lo escrito con sus sandalias y escribe más allá, dando vuelta sobre Sí mismo para encontrar espacio. Parece un niño que estuviese jugando. Pero lo que escribe no son palabras de juego. Sucesivamente ha escrito: “Usurero”, “Falso”, “Hijo irrespetuoso”, “Fornicador”, “Asesino”, “Profanador de la Ley”, “Ladrón”. “Libidinoso”, “Usurpador”, “Marido y padre indigno”, “Blasfemo”, “Rebelde ante Dios”, “Adúltero”. Lo escribió una y otra vez, mientras los acusadores hablaban. “¡Maestro, tu parecer! La mujer va a ser juzgada. No puede seguir contaminando la tierra con su presencia. Su aliento es veneno que perturba los corazones”. Jesús se levanta. ¡Pero qué rostro veo! Es algo así como si despidiese rayos que arrojase contra los acusadores. Parece hasta más grande, porque ha echado la cabeza hacia atrás. Parece un rey en su trono. Su severidad y majestad son indescriptibles. El manto se le ha caído y forma detrás de Él una especie de cauda, pero no se preocupa de ello. En su rostro es imposible descubrir lo mínimo de sonrisa. Pone sus ojos en la cara de esa gentuza que se echa para atrás como delante de dos puñales puntiagudos. Mira a uno por uno, con tal intensidad investigadora que infunde temor. Muchos de ellos, tratan de esconderse entre la multitud, de esconderse entre ella. El cerco se va alargando cada vez más y se va rompiendo como si una fuerza oculta lo amenazara. Por fin habla: “Quien de vosotros esté sin pecado, Arroje sobre la mujer la primera piedra”. Su voz es un trueno acompañado de un vivo relampaguear en sus ojos. Jesús cruza los brazos sobre su pecho y así continúa, derecho como un juez. Su mirada no da paz. Escudriña, penetra, acusa. Primero uno, luego dos, después cinco, y finalmente los demás se retiran con la cabeza inclinada. No sólo los escribas y fariseos, sino también los que antes estaban alrededor de Jesús y otros que se le habían acercado para oír la sentencia y condenación y que tanto éstos como los otros se habían juntado para decir insolencias a la culpable y pedir su lapidación. Jesús se queda solo con Pedro y Juan. No veo a los demás apóstoles. Jesús se ha puesto otra vez a escribir, mientras los acusadores huyen. Ahora escribe: “Fariseos”, “Víboras”, “Sepulcros de podredumbre”, “Mentirosos”, “Traidores”, “Enemigos de Dios”, “Insultadores de su Verbo”... Cuando todo el patio está ya vacío y un gran silencio reina en él, a excepción del ruido del viento y el de una fuentecilla que hay en un rincón, Jesús levanta su cabeza y mira. Su rostro está ya tranquilo. Un poco triste, pero no enojado. Dirige una mirada a Pedro que se ha alejado un poco, apoyándose contra una columna, y a Juan que muy cerca de Él, lo mira con ojos en que se refleja su amor por Él. En los ojos de Jesús se dibuja una sonrisa al mirar a Pedro y una sonrisa mayor al mirar a Juan. Dos sonrisas diversas. Luego mira a la mujer que todavía sigue postrada y llorando a sus pies. La contempla. Se levanta. Se compone el manto como si se fuese a poner en camino. Hace una señal a los dos apóstoles para que se dirijan hacia la salida. Cuando queda solo, dice a la mujer: “Mujer, escúchame. Mírame”. Repite su orden porque ella no se atreve a levantar la cara. “Mujer, estamos solos. Mírame”. La desgraciada levanta una cara que el llanto y el polvo han desfigurado. “¿Dónde están, mujer, los que te acusaban?” Jesús habla despacio, con misericordia. Su rostro y cuerpo están ligeramente inclinados hacia tierra, hacia esa miseria, y sus ojos están preñados de una indulgente expresión, de una fuerza renovadora: “¿Nadie te condenó?” La mujer entre sollozos, responde: “Nadie, Maestro” “Tampoco Yo te condeno. Vete. Y no peques más. Ve a tu casa. Procura que te perdone tu marido, que te perdone Dios. No abuses de la benignidad del Señor. Vete”. La ayuda a incorporarse de una mano, pero no la bendice y no le da la paz. La mira irse con la cabeza inclinada que levemente vacila bajo su vergüenza. Cuando ha desaparecido, Jesús sale a su vez con sus dos discípulos.
¡FIAT!
+ EL EVANGELIO DE NUESTRA MADRE CELESTIAL:
LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD, Visita Celestial Día 7:
“Ahora escúchame hija Mía, la Divinidad llevada por un Exceso de Amor hacia Mí, me dijo: “Hija Nuestra Amada, Nuestro Amor no rige, se siente sofocado si no te confiamos nuestros secretos, por eso Te Elegimos como Nuestra Fiel Secretaria. A Ti Queremos Confiar Nuestros dolores y Nuestros decretos, a cualquier costo Queremos Salvar al hombre, mira como va al precipicio, su voluntad rebelde lo arrastra continuamente al mal; sin la Vida, la Fuerza, el Sostén de Nuestro Querer Divino se ha desviado del camino de su Creador y camina arrastrándose en la tierra, débil, enfermo y lleno de todos los vicios, pero no hay posibilidades de salvarlo, ni otras maneras para que salga, sino que Descienda el Verbo Eterno, tomar sus despojos, sus miserias, sus pecados sobre Sí, hermanarse con él, vencerlo por camino del Amor y de penas inauditas, darle tanta confianza para poder ponerlo nuevamente en Nuestros Brazos Paternos. ¡Oh! cómo nos duele la suerte del hombre, Nuestro Dolor es grande, no podíamos confiarlo a ninguno, porque no teniendo una Voluntad Divina que los Domine, no podían jamás comprender ni Nuestro Dolor, ni los graves males del hombre caído en el pecado. A ti es dado, porque posees Nuestro Fiat, el poderlo comprender, y por eso como a Secretaria Nuestra Queremos Revelarte Nuestros Secretos y poner en Tus Manos el cetro de Mando a fin de que Domines e Imperes sobre todo, y Tu Dominio venza a Dios y al hombre, y nos los lleves como hijos regenerados en Tu Materno Corazón.”
¡FIAT!
+ EL EVANGELIO DEL REINO DE LA VOLUNTAD DIVINA:
Vol. 1-1
(109) “Hija, mira lo que me hacen los hombres; en estos tristes tiempos es tanta su soberbia que han infestado todo el aire, y es tanta la peste que por todas partes se esparce, tanto, que ha llegado hasta mi trono en el empíreo. Hacen de tal modo que ellos mismos se cierran el Cielo; los miserables, no tienen ojos para ver la verdad porque están ofuscados por el pecado de la soberbia, con el cortejo de los demás vicios que llevan consigo. Ah, dame un alivio a tan acerbos dolores y una reparación a tantas ofensas que me hacen”.
¡FIAT!
REPARACIÓN A JESÚS
LAS 24 HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO: Reflexión de la Flagelación, Hora 16 con
El Libro De Cielo: Vol. 14-2 Febrero 9, 1922
“El cuerpo desgarrado de Jesús es el verdadero retrato del hombre que comete pecado. Jesús en la flagelación se hizo arrancar a pedazos la carne, se redujo todo a una llaga para dar nuevamente la vida al hombre”
“Querida hija mía, mírame bien para que conozcas a fondo mis penas. Mi cuerpo es el verdadero retrato del hombre que comete pecado; el pecado lo despoja de la vestidura de Mi Gracia, y Yo para dársela nuevamente Me hice despojar de Mis vestidos; el pecado lo deforma, y mientras es la más bella criatura que salió de mis manos, se vuelve la más fea y da asco y horror. Yo era el más bello de los hombres, y para darle de nuevo la belleza al hombre, puedo decir que mi Humanidad tomó la forma más fea; mírame cómo estoy horrible, me hice quitar la piel por los azotes y quedé irreconocible. El pecado no sólo quita la belleza, sino que forma llagas profundas, putrefactas y gangrenosas que corroen las partes más íntimas, consumen los humores vitales, así que todo lo que el hombre hace en estado de pecado son obras muertas, esqueléticas, el pecado le arranca la nobleza de su origen, la luz de su razón y se vuelve ciego, y Yo para llenar la profundidad de sus llagas me hice arrancar a pedazos la carne, Me reduje todo a una sola Llaga, y con derramar a ríos Mi Sangre hice correr los humores vitales en su alma, para darle nuevamente la vida. ¡Ah! si no tuviera en Mí la fuente de la vida de mi Divinidad, Yo habría muerto desde el principio de Mi Pasión, porque a cada pena que me daban Mi Humanidad moría, pero Ella Me restituía la Vida. Ahora, Mis Penas, Mi Sangre, Mis Carnes arrancadas a pedazos están siempre en Acto de dar Vida al hombre, pero el hombre rechaza Mi sangre para no recibir la Vida, pisotea Mis Carnes para quedar llagado, ¡oh! cómo Siento el Peso de la ingratitud”. Y arrojándose en mis brazos ha roto en llanto. Yo me lo he estrechado a mi corazón, pero Él lloraba fuertemente, ¡qué desgarro ver llorar a Jesús! Habría querido sufrir cualquier pena para no hacerlo llorar. Entonces lo he compadecido, le he besado sus llagas, le he secado las lágrimas…”
GLORIA PATRI
ET FILIO ET SPIRITUI SANCTO
SICUT ERAT IN PRINCIPIO ET NUNC ET SEMPER
ET IN SAECULA SAECULORUM
AMEN.


EL EVANGELIO DEL REINO DE LA VOLUNTAD DE DIOS ☀️
“El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”
Abril 6, 2025
Lecturas del Día:
Primera Lectura: Isaías 43, 16-21
Mirad que realizo algo nuevo y apagaré la sed de mi pueblo.
Salmo 125:
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Segunda Lectura: Filipenses 3, 8-14
Por Cristo lo perdí todo, muriendo su misma muerte.
+ SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN
8, 1-11:
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?"
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra."
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor."
Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más."
PALABRA DE DIOS
GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS
LECTURAS DE LOS EVANGELIOS DEL REINO ☀️
+ EL POEMA DEL HOMBRE DIOS:
El Evangelio como me ha sido Revelado:
Jesús, los fariseos, la adúltera:
20 marzo 1944
“Veo el interior del recinto del Templo, o más bien uno de tantos patios rodeados de pórticos. Veo también a Jesús, cuyo manto cubre su vestido de color rojo oscuro (parece hecho de lana gruesa), que habla a la gente que lo rodea. Estaría por decir que es una mañana invernal porque veo que todos están muy bien envueltos en sus mantos, y que hace más bien frío porque en vez de estar parados caminan rápidamente para calentarse. Sopla viento que sacude los mantos y levanta el polvo de los patios. El grupo que rodea a Jesús, el único que está parado mientras los otros van y vienen alrededor de este o de aquel maestro, se abre para dejar que pase un grupo de escribas y fariseos que gesticulan, y que más que nunca traen el veneno en su alma, que les brota de los ojos, de su cara, de su boca. ¡Qué víboras! Más bien que traer, arrastran a una mujer de unos treinta años, despeinada, con sus vestidos desarreglados, como que ha sido golpeada, y que llora. La arrojan a los pies de Jesús como si fuese un montón de andrajos o despojos de algún muerto. Se queda allí, tirada en el suelo con la cara apoyada sobre los brazos, que la ocultan, y que le sirven de defensa contra el suelo. “Maestro, ésta fue tomada en flagrante adulterio. Su marido la amaba, nada le faltaba. Era la reina de su hogar. Pero lo traicionó porque es una pecadora, una viciosa, una ingrata, una sacrílega. Es adúltera y como a tal se le va a lapidar. Moisés lo prescribió. Manda en su ley que tales mujeres sean lapidadas como animales inmundos. Y que si lo son, porque traicionan la fe y al hombre que las ama y las cuida, porque son como tierra que jamás se sacia, sino que están muertas de lujuria. Peor que las prostitutas son, porque sin necesidad de algo, se hacen daño a sí mismas para dar alimento a su impudencia. Son unas corrompidas. Son unos seres que todo contaminan. Deben ser condenadas a muerte. Moisés lo mandó. Y Tú, maestro, ¿qué dices de esto?” Jesús, al que la llegada tumultuosa de los fariseos, a los que había mirado con una mirada penetrante, había interrumpido y luego había bajado sus ojos a la pobre mujer, arrojada a sus pies, no dice nada. Siguiendo sentado, se inclina y con un dedo escribe en las piedras del patio que el viento cubre de polvo. Ellos hablan y Él escribe. “¿Maestro? Te estamos hablando. Escúchanos. Respóndenos. ¿No has entendido? Esta mujer fue sorprendida en adulterio. En su casa. En el lecho de su marido. Lo ha ensuciado con su pecado”. Jesús continúa escribiendo. “¡Que si es tonto este hombre! ¿No veis que no comprende nada y que traza signos en el polvo como un pobre demente?” “Maestro, por tu buen Nombre, habla. Tu sabiduría responda a nuestra pregunta. Te repetimos: a esta mujer nada le faltaba. Tenía vestidos, comida, amor. Y ha traicionado”. Jesús continúa escribiendo. “Ha faltado a la palabra a su marido que tenía confianza en ella. Su mentirosa boca lo saludó al despedirse y con una sonrisa lo acompañó hasta la puerta y luego abrió la puerta secreta e introdujo a su amante. Y mientras su marido estaba ausente por el trabajo que era para ella, ésta como un animal inmundo, se echó en brazos de la lujuria”. “Maestro: es una profanadora de la ley además del lecho nupcial. Una rebelde, una sacrílega, una blasfema”. Jesús continúa escribiendo. Escribe y borra lo escrito con sus sandalias y escribe más allá, dando vuelta sobre Sí mismo para encontrar espacio. Parece un niño que estuviese jugando. Pero lo que escribe no son palabras de juego. Sucesivamente ha escrito: “Usurero”, “Falso”, “Hijo irrespetuoso”, “Fornicador”, “Asesino”, “Profanador de la Ley”, “Ladrón”. “Libidinoso”, “Usurpador”, “Marido y padre indigno”, “Blasfemo”, “Rebelde ante Dios”, “Adúltero”. Lo escribió una y otra vez, mientras los acusadores hablaban. “¡Maestro, tu parecer! La mujer va a ser juzgada. No puede seguir contaminando la tierra con su presencia. Su aliento es veneno que perturba los corazones”. Jesús se levanta. ¡Pero qué rostro veo! Es algo así como si despidiese rayos que arrojase contra los acusadores. Parece hasta más grande, porque ha echado la cabeza hacia atrás. Parece un rey en su trono. Su severidad y majestad son indescriptibles. El manto se le ha caído y forma detrás de Él una especie de cauda, pero no se preocupa de ello. En su rostro es imposible descubrir lo mínimo de sonrisa. Pone sus ojos en la cara de esa gentuza que se echa para atrás como delante de dos puñales puntiagudos. Mira a uno por uno, con tal intensidad investigadora que infunde temor. Muchos de ellos, tratan de esconderse entre la multitud, de esconderse entre ella. El cerco se va alargando cada vez más y se va rompiendo como si una fuerza oculta lo amenazara. Por fin habla: “Quien de vosotros esté sin pecado, Arroje sobre la mujer la primera piedra”. Su voz es un trueno acompañado de un vivo relampaguear en sus ojos. Jesús cruza los brazos sobre su pecho y así continúa, derecho como un juez. Su mirada no da paz. Escudriña, penetra, acusa. Primero uno, luego dos, después cinco, y finalmente los demás se retiran con la cabeza inclinada. No sólo los escribas y fariseos, sino también los que antes estaban alrededor de Jesús y otros que se le habían acercado para oír la sentencia y condenación y que tanto éstos como los otros se habían juntado para decir insolencias a la culpable y pedir su lapidación. Jesús se queda solo con Pedro y Juan. No veo a los demás apóstoles. Jesús se ha puesto otra vez a escribir, mientras los acusadores huyen. Ahora escribe: “Fariseos”, “Víboras”, “Sepulcros de podredumbre”, “Mentirosos”, “Traidores”, “Enemigos de Dios”, “Insultadores de su Verbo”... Cuando todo el patio está ya vacío y un gran silencio reina en él, a excepción del ruido del viento y el de una fuentecilla que hay en un rincón, Jesús levanta su cabeza y mira. Su rostro está ya tranquilo. Un poco triste, pero no enojado. Dirige una mirada a Pedro que se ha alejado un poco, apoyándose contra una columna, y a Juan que muy cerca de Él, lo mira con ojos en que se refleja su amor por Él. En los ojos de Jesús se dibuja una sonrisa al mirar a Pedro y una sonrisa mayor al mirar a Juan. Dos sonrisas diversas. Luego mira a la mujer que todavía sigue postrada y llorando a sus pies. La contempla. Se levanta. Se compone el manto como si se fuese a poner en camino. Hace una señal a los dos apóstoles para que se dirijan hacia la salida. Cuando queda solo, dice a la mujer: “Mujer, escúchame. Mírame”. Repite su orden porque ella no se atreve a levantar la cara. “Mujer, estamos solos. Mírame”. La desgraciada levanta una cara que el llanto y el polvo han desfigurado. “¿Dónde están, mujer, los que te acusaban?” Jesús habla despacio, con misericordia. Su rostro y cuerpo están ligeramente inclinados hacia tierra, hacia esa miseria, y sus ojos están preñados de una indulgente expresión, de una fuerza renovadora: “¿Nadie te condenó?” La mujer entre sollozos, responde: “Nadie, Maestro” “Tampoco Yo te condeno. Vete. Y no peques más. Ve a tu casa. Procura que te perdone tu marido, que te perdone Dios. No abuses de la benignidad del Señor. Vete”. La ayuda a incorporarse de una mano, pero no la bendice y no le da la paz. La mira irse con la cabeza inclinada que levemente vacila bajo su vergüenza. Cuando ha desaparecido, Jesús sale a su vez con sus dos discípulos.
¡FIAT!
+ EL EVANGELIO DE NUESTRA MADRE CELESTIAL:
LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD, Visita Celestial Día 7:
“Ahora escúchame hija Mía, la Divinidad llevada por un Exceso de Amor hacia Mí, me dijo: “Hija Nuestra Amada, Nuestro Amor no rige, se siente sofocado si no te confiamos nuestros secretos, por eso Te Elegimos como Nuestra Fiel Secretaria. A Ti Queremos Confiar Nuestros dolores y Nuestros decretos, a cualquier costo Queremos Salvar al hombre, mira como va al precipicio, su voluntad rebelde lo arrastra continuamente al mal; sin la Vida, la Fuerza, el Sostén de Nuestro Querer Divino se ha desviado del camino de su Creador y camina arrastrándose en la tierra, débil, enfermo y lleno de todos los vicios, pero no hay posibilidades de salvarlo, ni otras maneras para que salga, sino que Descienda el Verbo Eterno, tomar sus despojos, sus miserias, sus pecados sobre Sí, hermanarse con él, vencerlo por camino del Amor y de penas inauditas, darle tanta confianza para poder ponerlo nuevamente en Nuestros Brazos Paternos. ¡Oh! cómo nos duele la suerte del hombre, Nuestro Dolor es grande, no podíamos confiarlo a ninguno, porque no teniendo una Voluntad Divina que los Domine, no podían jamás comprender ni Nuestro Dolor, ni los graves males del hombre caído en el pecado. A ti es dado, porque posees Nuestro Fiat, el poderlo comprender, y por eso como a Secretaria Nuestra Queremos Revelarte Nuestros Secretos y poner en Tus Manos el cetro de Mando a fin de que Domines e Imperes sobre todo, y Tu Dominio venza a Dios y al hombre, y nos los lleves como hijos regenerados en Tu Materno Corazón.”
¡FIAT!
+ EL EVANGELIO DEL REINO DE LA VOLUNTAD DIVINA:
Vol. 1-1
(109) “Hija, mira lo que me hacen los hombres; en estos tristes tiempos es tanta su soberbia que han infestado todo el aire, y es tanta la peste que por todas partes se esparce, tanto, que ha llegado hasta mi trono en el empíreo. Hacen de tal modo que ellos mismos se cierran el Cielo; los miserables, no tienen ojos para ver la verdad porque están ofuscados por el pecado de la soberbia, con el cortejo de los demás vicios que llevan consigo. Ah, dame un alivio a tan acerbos dolores y una reparación a tantas ofensas que me hacen”.
¡FIAT!
REPARACIÓN A JESÚS
LAS 24 HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO: Reflexión de la Flagelación, Hora 16 con
El Libro De Cielo: Vol. 14-2 Febrero 9, 1922
“El cuerpo desgarrado de Jesús es el verdadero retrato del hombre que comete pecado. Jesús en la flagelación se hizo arrancar a pedazos la carne, se redujo todo a una llaga para dar nuevamente la vida al hombre”
“Querida hija mía, mírame bien para que conozcas a fondo mis penas. Mi cuerpo es el verdadero retrato del hombre que comete pecado; el pecado lo despoja de la vestidura de Mi Gracia, y Yo para dársela nuevamente Me hice despojar de Mis vestidos; el pecado lo deforma, y mientras es la más bella criatura que salió de mis manos, se vuelve la más fea y da asco y horror. Yo era el más bello de los hombres, y para darle de nuevo la belleza al hombre, puedo decir que mi Humanidad tomó la forma más fea; mírame cómo estoy horrible, me hice quitar la piel por los azotes y quedé irreconocible. El pecado no sólo quita la belleza, sino que forma llagas profundas, putrefactas y gangrenosas que corroen las partes más íntimas, consumen los humores vitales, así que todo lo que el hombre hace en estado de pecado son obras muertas, esqueléticas, el pecado le arranca la nobleza de su origen, la luz de su razón y se vuelve ciego, y Yo para llenar la profundidad de sus llagas me hice arrancar a pedazos la carne, Me reduje todo a una sola Llaga, y con derramar a ríos Mi Sangre hice correr los humores vitales en su alma, para darle nuevamente la vida. ¡Ah! si no tuviera en Mí la fuente de la vida de mi Divinidad, Yo habría muerto desde el principio de Mi Pasión, porque a cada pena que me daban Mi Humanidad moría, pero Ella Me restituía la Vida. Ahora, Mis Penas, Mi Sangre, Mis Carnes arrancadas a pedazos están siempre en Acto de dar Vida al hombre, pero el hombre rechaza Mi sangre para no recibir la Vida, pisotea Mis Carnes para quedar llagado, ¡oh! cómo Siento el Peso de la ingratitud”. Y arrojándose en mis brazos ha roto en llanto. Yo me lo he estrechado a mi corazón, pero Él lloraba fuertemente, ¡qué desgarro ver llorar a Jesús! Habría querido sufrir cualquier pena para no hacerlo llorar. Entonces lo he compadecido, le he besado sus llagas, le he secado las lágrimas…”
GLORIA PATRI
ET FILIO ET SPIRITUI SANCTO
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ET IN SAECULA SAECULORUM
AMEN.


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