17. GLOSARIO

TIEMPO DE PASCUA, TIEMPO DE DIOS

EL REINO DEL "FIAT" EN MEDIO DE LAS CREATURAS / LIBRO DE CIELO: LA LLAMADA A LA CREATURA AL ORDEN, A SU PUESTO Y A LA FINALIDAD PARA LA CUAL FUE CREADA POR DIOS VOLUMEN 22

(25) septiembre 8, 1927» Toda la Creación está fija en Dios y es relatora del Ser Supremo. El dolor De la separación fue sufrido en modo divino por Jesús y María. Significado de los cuarenta días en el desierto.

Después de esto estaba siguiendo el Santo Querer en el acto cuando mi dulce Jesús se separó de la Soberana Reina para ir al desierto, y mientras compadecía al uno y al otro pensaba para mi: "¿Cómo pudo separarse mi Soberana Reina por cuarenta días de su querido Hijo? Ella que lo amaba tanto, ¿cómo pudo hacer para estar sin Él? Yo que no tengo su amor sufro tanto por algunos días que me priva de Él, ¿qué pudo ser de mi Mamá?" Mientras esto pensaba, mi adorado Jesús se ha movido en mi interior y me ha dicho:

"Hija mía, los dos sufrimos al separarnos, pero nuestro dolor fue sufrido en modo divino, no humano, y por eso no se epara ni de la felicidad, ni de la paz imperturbable. Feliz partí al desierto, feliz quedó la Alteza de mi Mamá Celestial, porque el dolor sufrido al modo divino no tiene virtud de ensombrecer mínimamente la divina felicidad, que contiene mares de alegría y de paz interminable, son como las gotitas de agua en el inmenso mar los dolores sufridos al modo divino, que la fuerza de las olas tiene virtud de cambiarlos en felicidad. El dolor sufrido en modo humano tiene virtud de despedazar la verdadera felicidad y de turbar la paz, el modo divino jamás. Mucho más que mi Mamá Reina poseía el Sol de mi Voluntad por Gracia y Yo lo poseía por naturaleza, así que el Sol quedó en Ella y quedó en Mí, pero los rayos no se separaron, porque la luz es inseparable, por eso en la misma luz Ella quedó en Mí y seguía mis actos, y Yo quedé en Ella como su centro de vida. Por eso la separación mientras fue verdadera, pero fue aparente; en sustancia estábamos fundidos juntos e inseparables, porque la Luz de la Divina Voluntad ponía en común nuestros actos como si fueran uno solo. Y después Yo fui al desierto para llamar de nuevo a mi misma Voluntad Divina, que por cuarenta siglos las criaturas habían desterrado de en medio de ellas, y Yo por cuarenta días quise estarme solo, para reparar los cuarenta siglos de voluntad humana, en los cuales la mía no había poseído su reino en medio a la familia humana, y con mi misma Voluntad Divina la quise llamar de nuevo en medio a ellos para hacer que reinara. Al regresar del desierto la deposité en mi Mamá con todos los actos de Voluntad Divina que las criaturas habían rechazado y tenido como en el desierto, a fin de que fuera Ella la fiel depositaria, la reparadora y la imploradora del reino de mi Voluntad. Sólo la Soberana Señora podía poseer este depósito tan grande, porque poseía en sí la misma Voluntad Divina en la cual se podía contener la misma Voluntad desterrada por la criatura. ¿Cómo podíamos ocuparnos de nuestro dolor de separarnos por cuarenta días, cuando se trataba de reintegrar, de llamar de nuevo a nuestra Divina Voluntad a reinar en medio a las criaturas? En nuestro dolor éramos más que felices porque queríamos poner a salvo el reino del Fiat Supremo, y la Celestial Reina estaba esperando con ansias mi regreso para recibir el depósito del nuevo Sol, para corresponder con su amor todos sus actos que la ingratitud humana había rechazado. Ella hizo de verdadera Mamá a mi Divina Voluntad, haciendo al mismo tiempo de verdadera Madre a las criaturas, implorando para todos, la vida, la felicidad, la alegría de poseer el reino del eterno Fiat.

Hija mía, el número de cuarenta días de mi vida aquí abajo es simbólico y significativo. Cuarenta días desde que nací quise estar en la gruta de Belén, símbolo de mi Voluntad Divina que mientras estaba en medio de las criaturas, estaba como escondida y fuera de la ciudad de sus almas, y Yo para reparar los cuarenta siglos de voluntad humana, quise estar por cuarenta días fuera de la ciudad en una vil choza a llorar, gemir y orar, para llamar de nuevo mi Voluntad Divina a la ciudad de las almas para darle su dominio y después de cuarenta días salí para presentarme al templo y revelarme al santo anciano Simeón. Era la primera ciudad que llamaba al conocimiento de mi reino y fue tanta su alegría que cerró los ojos a la tierra para abrirlos a la eternidad. Cuarenta estuve en el desierto, y después, súbito hice mi vida pública para dar a las criaturas los remedios y los medios para alcanzar el reino de mi Querer. Cuarenta días quise estar sobre la tierra.

https://youtu.be/PldeDAxdCJ4?si=Xepa06W3k52_EMsy

Ah, hija mía, la verdadera felicidad la da mi Voluntad. Sólo ella hace que el alma contenga todos los bienes y, haciéndose corona en torno a ella, la hace ser reina de la verdadera felicidad. Sólo estas almas serán reinas de mi trono, porque son fruto de mi Querer. Tan verdad es eso, que aquellas gentes no fueron felices; muchos me vieron, pero no me conocieron, porque mi Querer no estaba en ellos como centro de vida, por eso, a pesar de que me vieron, siguieron infelices, y sólo los que tuvieron el bien de recibir en sus corazones el germen de mi Querer se dispusieron a recibir el bien de verme resucitado...