EL EVANGELIO DEL REINO DE LA VOLUNTAD DE DIOS ☀️ Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor (Solemnidad) 20 Abril, 2025

“Él había de Resucitar de entre los muertos”

EVANGELIOS

4/20/202512 min read

EL EVANGELIO DEL REINO DE LA

VOLUNTAD DE DIOS

☀️

“Él había de resucitar de entre los muertos”

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor (Solemnidad)

20 Abril, 2025


LECTURAS DEL DÍA:

Primera Lectura

Hechos 10:34, 37-43

34Entonces Pedro tomó la palabra y dijo: «Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, 37Vosotros sabéis lo sucedido en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; 38cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él; 39y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; a quien llegaron a matar colgándole de un madero; 40a éste, Dios le resucitó al tercer día y le concedió la gracia de aparecerse, 41no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de entre los muertos. 42Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que él está constituido por Dios juez de vivos y muertos. 43De éste todos los profetas dan testimonio de que todo el que cree en él alcanza, por su nombre, el perdón de los pecados.»

Salmo 118:1-2, 16-17, 22-23

1¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor! 2¡Diga la casa de Israel: que es eterno su amor! 16excelsa la diestra de Yahveh, la diestra de Yahveh hace proezas!» 17No, no he de morir, que viviré, y contaré las obras de Yahveh; 22La piedra que los constructores desecharon en piedra angular se ha convertido; 23esta ha sido la obra de Yahveh, una maravilla a nuestros ojos.

Segunda Lectura

Colosenses 3:1-4

1Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 2Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. 3Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. 4Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él.

+LECTURA DEL SANTO EVANGELIO

SEGÚN SAN JUAN 20:1-9

1El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. 2Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.» 3Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. 4Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. 5Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. 6Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, 7y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. 8Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, 9pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.

PALABRA DE DIOS

GLORIA ATI, SEÑOR JESÚS


LECTURA DE LOS EVANGELIOS DEL REINO

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  1. + EL POEMA DEL HOMBRE DIOS

El Evangelio como me ha sido Revelado: 1/4/1945

LA RESURRECCIÓN:

“…Seguramente que los guardias hicieron alguna fogata en la noche porque hay cenizas y tizones en el suelo. Habrán jugado y comido pues todavía hay sobras de comida tiradas por el suelo y huesitos pulidos, que usaron en su juego, a modo de nuestro dominó, o al infantil de las canicas, sobre un tablero hecho en la vereda. Luego se cansaron, dejaron todo como estaba y buscaron dónde poder acomodarse para dormir o velar.

En el cielo, que tiene en el oriente una raya rosada que avanza hacia el firmamento sereno, donde todavía no hay ni un rayo de sol, se asoma, viniendo de desconocidas profundidades, un meteoro brillantísimo que desciende, cual bola de fuego de un resplandor inimaginable, seguido de una brillante estela, que tal vez no es más que la huella de su fulgor en nuestra retina. Desciende velocísima hacia la tierra, derramando una luz tan intensa, que pese a su belleza infunde temor. La rosada luz de la aurora desaparece al contacto de esta blanquísima incandescencia. Los guardias levantan espantados sus cabezas, porque junto con la luz llega un retumbo armónico, majestuoso que llena todo lo creado. Viene de las profundidades paradisíacas. Es el aleluya, la gloria angelical que sigue al Espíritu de Jesús, que vuelve a su cuerpo glorioso. El meteoro da contra la inútil cerradura del sepulcro, lo destruye, lo echa por tierra, esparce terror y fragor sobre los guardias, que habían sido puestos de carceleros del Dueño del Universo, y al pegar contra la tierra provoca un nuevo terremoto como había sucedido cuando el espíritu del Señor salió de la tierra. Entra en la oscuridad del sepulcro que se ilumina con esa luz indescriptible, y mientras permanece suspendida en el aire, inmóvil, el Espíritu vuelve a entrar en el Cuerpo sin Vida bajo las fúnebres vendas. Todo esto no sucedió en un minuto, sino en fracción de minuto. El aparecer, descender, penetrar y desaparecer la luz de Dios ha sido velocísimo… El “Fiat” del Divino Espíritu a su frío Cuerpo no recibe contestación.

El “Fiat” lo dice la Esencia a la materia muerta. Sin embargo, no se oye ni una palabra. La Carne recibe la Orden, Obedece con un profundo Respiro… No pasa más de un minuto. Bajo el Sudario y la Sábana la Carne Gloriosa se Transforma en una Eterna Belleza; despierta del sueño de la muerte, vuelve de la “nada” en que estaba. El Corazón se despierta. Da el primer Latido. Empuja en las Venas heladas Sangre que quedó e inmediatamente Crea lo que necesitan las Arterias vacías, lo que necesitan los Pulmones inmóviles, el Cerebro. Lleva Calor, Salud, Fuerzas, Pensamiento. Un instante más, y un movimiento repentino se sucede bajo la Sábana, tan repentino que del instante en que Él ciertamente mueve las Manos cruzadas al momento en que aparece de Pie, Imponente, Brillantísimo con un Vestido de inmaterial Materia, sobrenaturalmente Hermoso y Majestuoso, con esa Solemnidad que lo Cambia, lo Eleva, siendo siempre el Mismo, apenas si el ojo humano tiene tiempo de captar los cambios. Y ahora lo admiro: tan diverso de lo que mi memoria me presenta, Limpio, sin heridas, ni sangre. Despide Luz de sus Cinco Llagas y brota también de cada Poro de su Piel. Cuando Da el primer paso –y al moverse los rayos que brotan de Manos y Pies le forman como aureola de Luz, desde la Cabeza con aureola de una Corona que le hicieron las Heridas de las que no brota sangre sino Resplandor, hasta la orla del vestido, cuando al abrir sus Brazos que tiene cruzados sobre el Pecho, descubre una Luminosidad vivísima que se Trasluce por el Vestido encendiéndole a la altura del Corazón- entonces realmente es la “Luz” que ha tomado cuerpo. No se trata de la pobre luz terrena, ni de la de los astros, ni de la del sol, sino de la de Dios. Todo el brillo Paradisíaco se junta en un solo Ser y le da su Luz inimaginable por Pupilas, su Fuego de oro por Cabellos, su candidez angelical por Vestiduras y colorido, y lo que no puede describir la palabra humana, el inmenso Ardor de la Santísima Trinidad, que anula con su Potencia abrasadora cualquier fuego del Paraíso, Absorbiéndolo en Sí para Engendrarlo de nuevo en cada instante del Tiempo Eterno, Corazón del Cielo que atrae y difunde su Sangre, las incontables gotas de su Sangre incorpórea: los bienaventurados, los ángeles, todo cuanto es el Paraíso: el Amor de Dios, el Amor de Él. Lo que Forma al Jesús Resucitado todo es Luz. Cuando se Dirige hacia la salida, mis ojos ven además de su Resplandor, dos Luminosidades hermosísimas cual estrellas con respecto al sol. Las veo a cada una a un lado del umbral, postradas en Adoración ante su Dios que pasa envuelto en su Luz, derramando Dicha en su Sonrisa. Sale. Deja su fúnebre gruta. Vuelve a pisar la tierra que se despierta de alegría y se adorna con el brillo del rocío, con los colores de las hierbas, de los rosales, con las innumerables corolas de los manzanos que se abren milagrosamente al primer beso que les da el sol. La tierra saluda adorando al Sol Eterno que por ellas pasa. Los guardias están allí, medio muertos… Los ojos mortales no ven a Dios, pero sí los Puros del universo. Ven y admiran las flores, las hierbas, los pajaritos al Poderoso que pasa en una aureola de Luz que es Suya, es una aureola de luz solar. Su sonrisa, su Mirada que se Posa sobre las flores, sobre las ramitas, que se levanta al cielo, todo lo reviste de su Belleza. Más suaves y transparentes que el del más bello rosal son los pétalos que forman una Corona sobre la Cabeza del Vencedor. El rocío le brinda sus diamantes. En el cielo sus Ojos resplandecientes se reflejan. El sol alegre pinta con sus colores una nubecilla de una ligera brisa para que venga a besar a su Rey, trayéndole los perfumes de los jardines que extrajo y las caricias de los delicados pétalos. Jesús levanta su Mano. Bendice. Los pajarillos se desgranan en trinos. El viento en perfumes. Jesús desaparece de mi vista, pero me deja sumergida en una alegría que me borra aun el más leve recuerdo de tristeza, sufrimientos y titubeos del día de mañana…”

¡FIAT!


21 febrero 1944

Jesús se aparece a su Madre

La Virgen está postrada con el rostro en tierra.

“Parece un ser abatido, como la flor muerta de sed de que ha hablado. La cerrada ventana se abre bruscamente, y con el primer rayo del sol entra Jesús. María, que se estremeció al ruido, levanta su cabeza para ver qué clase de viento hubiera abierto las hojas de la ventana, mira a su radiante Hijo: hermoso, infinitamente más hermoso de lo que era antes de su pasión, sonriente, vivo, luminoso más que el sol, de un vestido blanco que parece tejido con la luz, y que se acerca a Ella.

María se endereza sobre sus rodillas y juntando sus manos sobre el pecho, en cruz, habla con un sollozo que es de risa y llanto: “Señor, Dios Mío” Y se queda extasiada al contemplarlo. Las lágrimas que bañaban su rostro se detienen. Su rostro se hace sereno, tranquilo con la sonrisa y el éxtasis. Jesús no quiere ver a su Madre de rodillas como a una esclava. Tendiéndole las manos de cuyas llagas salen rayos que hacen más luminoso su cuerpo, le dice: “¡Madre!” No es la palabra desconsolada de las conversaciones y de los adioses anteriores a la Pasión, ni el lamento desgarrador de su encuentro en el Calvario y en su último suspiro. Es un grito de Triunfo, de Alegría, de Victoria, de Fiesta, de Amor, de Gratitud. Se inclina sobre su Madre que no se atreve a tocarlo, le pasa las manos por los codos doblados, la pone de pie, la estrecha contra su corazón y la besa. ¡Oh!, entonces María comprende que no es una visión, que es realmente su Hijo resucitado, que es su Jesús, su Hijo quien la sigue Amando como a tal. Y con un giro se le echa al cuello, lo abraza, lo besa, entre lágrimas y sonrisas. Lo besa en la frente donde no hay más heridas; en la cabeza que no está despeinada, ni ensangrentada; en los brillantes ojos, en las mejillas sanas, en la boca que no está hinchada. Luego le toma las manos, besa el dorso y la palma. Se arrodilla besa sus pies al levantar la resplandeciente vestidura. Luego se pone de pie, lo mira, pero no se atreve a hacer más. Entonces Él sonríe y comprende. Entreabre su vestido, muestra el pecho y pegunta: “¿Madre, no besas ésta, que tanto te hizo sufrir y que eres la única digna de besar? Bésame en el Corazón, Madre. Tu beso me borrará el último recuerdo de todo lo que fue dolor y me da la alegría que falta aún a mi Júbilo de Resucitado”. Toma entre sus manos el rostro de la Virgen, le apoya sus labios en la herida del costado de la que manan ríos de vivísima luz. El rostro de María resplandece con esa luz, pues está envuelto en sus rayos. Besa una y otra vez la herida, mientras Jesús la acaricia. No se cansa de besar. Parece un sediento que bebe de un manantial, y que bebe con las linfas la vida, que iba perdiendo. Jesús habla. “Ha terminado todo, Madre. Ahora no tienes más por qué llorar a tu Hijo. La Prueba ha acabado. La Redención se ha realizado, Madre, gracias por haberme Concebido, Alimentado, ayudado en la Vida y en la Muerte. Tus Plegarias llegaron hasta Mí. Fueron mi Fuerza en el dolor, mis Compañeros en mi Viaje por la tierra y más allá. Conmigo fueron a la Cruz y al limbo. Fueron el incienso que precedía al Pontífice que fue a llamar a sus siervos para llevarlos al templo que no muere: a mi Cielo. Fueron Conmigo al Paraíso, adelantándose cual voz angelical el cortejo de los redimidos a cuya Cabeza iba para que los ángeles estuviesen prontos a saludarme como al Vencedor, que regresaba a su Reino. El Padre y el Espíritu Vieron, Oyeron tus Plegarias, que tuvieron la sonrisa de la flor más bella, que fueron más melodiosas que el más dulce cántico que en el Paraíso hubiera brotado. Los patriarcas, los nuevos santos, los primeros ciudadanos de mi Jerusalén las oyeron, y te traigo ahora su agradecimiento. Madre, al mismo tiempo que el beso y bendición de nuestros parientes, te Traigo los de tu Esposo de alma, José. Todo el Cielo canta sus hosannas a ti, Madre mía, ¡Madre santa! Un hosanna que no muere, que no es falaz como el que hace pocos días me brindaron. Ahora me Voy al Padre con mi vestido Humano. El Paraíso debe ver al Vencedor en su vestido de Hombre con el que vencí el pecado del hombre. Pero luego volveré otra vez. Debo confirmar en la fe a quien aún no cree y que tiene necesidad de creer para llevar a otros; debo fortificar a los pusilánimes que tendrán necesidad de mucha fortaleza para resistir el ataque del mundo. Luego subiré al cielo. Pero no te dejaré sola. Madre, ¿ves ese velo? En mi aniquilamiento, quise mostrarte una vez mi Poder con un Milagro para que te consolase. Ahora realizo otro. Me tendrás en el Sacramento, real como cuando me llevabas en tu seno. No estarás jamás sola. En estos días lo has estado. Este dolor tuyo es necesario a mi Redención. Mucho se le irá añadiendo porque seguirá aumentando el pecado. Llamaré a todos mis siervos para que compartan y participen de esta Redención. Tú eres la que sola harás más que todos los santos juntos. Por esto era necesario también este abandono. Ahora no más. No estoy más separado del Padre. Tú no lo estarás más de tu Hijo. Y al tener al Hijo, tienes a nuestra Trinidad. Cielo viviente, llevarás sobre la tierra a la Trinidad entre los hombres; Santificarás la Iglesia, tú, Reina del sacerdocio y Madre de los que creen en Mí. Luego vendré a llevarte. No estaré ya más en ti, sino tú en Mí, en mi Reino, para que hagas más bello mi Paraíso. Ahora me voy, Madre. Voy a hacer feliz a la otra María. Luego subiré a donde mi Padre, y de ahí vendré a ver a quien no cree. Madre, dame tu beso por bendición. Mi paz te acompañe. Hasta pronto”. Jesús desaparece en el sol que baja a torrentes del cielo matinal y tranquilo.

¡FIAT!


  1. + EL EVANGELIO DEL REINO DE LA VOLUNTAD DIVINA V

    Vol. 21-16 Abril 16, 1927:

(6) Después de esto estaba pensando en el dolor cuando mi dolorosa Mamá, traspasada en el Corazón se separó de Jesús dejándolo muerto en el sepulcro, y pensaba entre mí: “¿Cómo fue posible que haya tenido tanta fuerza de dejarlo? Es cierto que estaba muerto, pero era siempre el cuerpo de Jesús, ¿cómo su Amor Materno no la consumió para no dejarle dar un solo paso lejos de aquel Cuerpo extinto? Y sin embargó lo Dejó. ¡Qué heroísmo, qué fortaleza!” Pero mientras esto pensaba, mi dulce Jesús se ha movido en mi interior y me ha dicho:

(7) “Hija mía, ¿quieres saber cómo es que mi Mamá tuvo la fuerza de dejarme? Todo el secreto de su fuerza estaba en mi Voluntad reinante en Ella. Ella vivía de Voluntad Divina, no humana, y por eso contenía la fuerza inmensurable. Es más, tú debes saber que cuando mi traspasada Mamá me dejó en el sepulcro, mi Querer la tenía inmersa en dos mares inmensos, uno de dolor y el otro más extenso de Alegrías, de Bienaventuranzas, y mientras el de dolor le daba todos los martirios, el de la Alegría le daba todos los Contentos y su bella Alma me Siguió al limbo y asistió a la Fiesta que me hicieron todos los patriarcas, los profetas, su padre y su madre, nuestro amado San José; el limbo se transformó en Paraíso con mi Presencia y Yo no podía hacer menos que hacer participar a Aquélla que había sido inseparable en mis Penas, hacerla asistir a esta primera Fiesta de las criaturas, y fue tanta su Alegría, que tuvo la Fuerza de separarse de mi Cuerpo, retirándose y esperando el momento de mi Resurrección como cumplimiento de la Redención. La Alegría la sostenía en el dolor, y el dolor la sostenía en la Alegría. A quien posee mi Querer no puede faltarle ni Fuerza ni Potencia, ni Alegría, todo lo tiene a su disposición. ¿No lo experimentas en ti misma cuando estás privada de y te sientes consumar? La luz del Fiat Divino forma su mar, te hace feliz y te da la vida”.

¡FIAT!


GLORIA PATRI

ET FILIO ET SPIRITUI SANCTO

SICUT ERAT IN PRINCIPIO ET NUNC ET SEMPER

ET IN SAECULA SAECULORUM

AMEN.