EL EVANGELIO DEL REINO DE LA VOLUNTAD DE DIOS ☀️ Lunes 28 abril, 2025

"EL QUE NO NAZCA DE NUEVO NO PUEDE VER EL REINO DE DIOS"

EVANGELIOS

4/28/202510 min read

EL EVANGELIO DEL REINO DE LA

VOLUNTAD DE DIOS

☀️

“El que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios”

Tiempo de Pascua

Semana No. 2

Lunes 28 abril, 2025

LECTURAS DEL DÍA

  • Primera Lectura: Hechos 4,23-31:

Al terminar la oración, los llenó a todos el Espíritu Santo, y anunciaban con valentía la palabra de Dios

  • Salmo 2:

Dichosos los que se refugian en ti, Señor.


+ SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 3,1-8:

Juan 3:1-8

1Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. 2Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él.» 3Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios.» 4Dícele Nicodemo: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» 5Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. 6Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. 7No te asombres de que te haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto. 8El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.»

PALABRA DE DIOS

GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS


LECTURA DE LOS EVANGELIOS DEL REINO ☀️

  1. EL POEMA DEL HOMBRE DIOS:

El Evangelio como me ha sido Revelado, 4 abril 1945:

Jesús se aparece a José, a Nicodemo y a Mannaén:

“Mannaén con los pastores ligero va por las pendientes que llevan de Betania a Jerusalén. Un buen camino, que va derecho en dirección de los Olivos, lo toma Mannaén después de haberse separado de los pastores que paso a paso entran en la ciudad para ir al Cenáculo. Por lo que van diciendo colijo que poco antes se han encontrado con Juan que venía de Betania a traer la noticia de la resurrección y la orden de que todos estuviesen en Galilea en pocos días. Se separan porque los pastores quieren repetir personalmente a Pedro lo que ya han dicho a Juan, de que el Señor al aparecerse a Lázaro, les había ordenado que se reuniesen en el Cenáculo. Mannaén va subiendo por un camino secundario en dirección a una casa que hay en medio del olivar. Es una casa hermosa. Un grupo de cedros del Líbano la rodean que gigantes dominan sobre los numerosos olivos del monte. Sin titubeo entra y pregunta al siervo que ha sacudido: “¿Dónde está tu patrón?” “Allá con José, que hace poco acaba de llegar”. “Diles que estoy aquí”. El siervo regresa con Nicodemo y José. Las voces de los tres se mezclan en un solo grito: “¡Ha resucitado!” Se miran sorprendidos de saberlo los tres. Luego Nicodemo toma a su amigo del brazo y lo lleva a una habitación. José los sigue. “¿Tuviste valor de regresar?” “Sí. Él lo ha dicho: “Al Cenáculo”. Quiero verlo. Quiero verlo glorioso, para que se me borre el dolor del recuerdo de haberlo visto ligado y cubierto de suciedades como si hubiese sido un malhechor, a quien el mundo pisoteaba con desdén”. “¡Oh, también nosotros quisiéramos verlo… y para arrancar de nosotros el horror del recuerdo cuando lo vimos condenado con sus innumerables heridas… Él se ha aparecido a las mujeres” dice en voz baja José. “Es un justo. En estos años le han sido fieles siempre. Nosotros teníamos miedo. Su Madre lo ha reprochado: “En esta hora habéis demostrado un amor tan pobre”. Objeta Nicodemo. “Pero para desafiar a Israel, que hoy más que nunca es contrario, tenemos necesidad de verlo… ¡Si supieses! Los guardias han hablado… Ahora los jefes del Sanedrín y los fariseos, que ni con la ira del cielo se han convertido, andan buscando a quien sepa que ha resucitado para echarlo a la cárcel. Yo mandé al pequeño Marcial –un niño no atrae la mirada de nadie- a avisar a los de casa que estuviesen alertas. Han sacado dinero sagrado del Templo para pagar a los guardias, para que digan que los discípulos lo han robado, y que lo que antes afirmaban de la resurrección, no era sino una mentira por temor al castigo2. La ciudad está en efervescencia como un caldero, y no falta algún discípulo que la deje ya por miedo… Me refiero a aquellos que no estaban en Betania…” “Tenemos necesidad de su bendición para tener valor”. “Ya se le apareció a Lázaro… Era como la hora de tercia. Vimos a Lázaro como transfigurado”. “¡Oh, Lázaro lo merece! Nosotros…” dice José. “Tienes razón. Nosotros todavía tenemos la costra de la duda y de la opinión humana como una lepra que no ha sido curada bien… Y no hay más qué Él que puede decir: “Quiero que quedéis limpios”. ¿No nos hablará, pues, más ahora que ha resucitado, a nosotros que somos los menos perfectos? Pregunta Nicodemo. “¿Y no hará más milagros, por castigo del mundo, ahora que ha resucitado de la muerte y de la miseria de la carne?” pregunta José. Sus preguntas no pueden tener sino una respuesta. La de Jesús que no viene. Los tres quedan desanimados. Luego Mannaén dice: “Me voy al Cenáculo. Si me mataren, Él absolverá mi alma y lo veré en el cielo. Si no lo veo aquí en la tierra. Mannaén es una cosa muy inútil en sus filas, que si cayere, será como el del tallo de una flor que cortada en un tupido jardín, apenas si se nota su vacío…” y se pone de pie para irse. Al volverse hacia la puerta, ésta se ilumina con la presencia del divino Resucitado que con las palmas abiertas, en actitud de abrazar, lo detiene diciendo: “¡La paz sea contigo! ¡La paz sea con vosotros! Quedaos donde estáis tú y Nicodemo. José puede ir, si quiere. Aquí me tenéis y pronuncio la palabra que queríais: “Quiero que quedéis limpios de todo cuanto de impuro hay en vuestro creer”. Mañana bajaréis a la ciudad. Id a donde los hermanos. Esta tarde quiero hablar solo a los apóstoles. Hasta pronto. Dios siempre este con vosotros. Mannaén gracias. Has creído mejor que estos. Gracias pues, a tu espíritu. A vosotros, gracias, por vuestra piedad. Haced que se transforme en algo más alto con una vida de fe intrépida”. Jesús desaparece en medio de un brillo sin igual. Los tres quedan felices y sin saber qué decir. “¿Pero era Él?” pregunta José. “¿No has conocido su voz?” responde Nicodemo. “La voz… puede tenerla aun un espíritu… Tú, Mannaén, que estuviste tan cerca de Él, ¿qué te pareció?” “Un cuerpo verdadero. Hermosísimo. Respiraba. Sentí su aliento. Despedía calor. Y… he visto las llagas. Parecían abiertas. No manaban sangre, pero era carne viva. ¡Oh, no dudéis más! No os vaya a castigar. Hemos visto al Señor. Quiero decir, Jesús ha vuelto glorioso como su naturaleza lo exige. Y nos sigue amando… En verdad os digo que si ahora Herodes me ofreciese el reino, le respondería: “Tu trono y corona son para mí polvo y estiércol. Lo que poseo, nada le es superior. He visto el rostro de Dios”.

¡FIAT!


  1. EL EVANGELIO DEL REINO DE LA VOLUNTAD DIVINA, Vol. 36-3 (1-5) Abril 20, 1938:

(1) Mi vuelo continúa en el Querer Divino, y siento la necesidad de hacer mío todo lo que ha hecho, poner en ello mi pequeño amor, mis besos afectuosos, mis adoraciones profundas, mi gracias por todo lo que ha hecho y sufrido por mí y por todos, y habiendo llegado al momento cuando mi amado Jesús fue crucificado y levantado en la cruz entre espasmos atroces y penas inauditas, con acento tierno y lastimero, tanto que me sentía romper el corazón, me ha dicho:

(2) “Hija mía buena, la pena que más me traspasó sobre la cruz fue mi sed ardiente, me sentía quemar vivo, todos los humores vitales habían salido por mis llagas, que como tantas bocas quemaban y sentían una sed ardiente que querían apagar, tanto, que no pudiendo contenerme grité: ‘Sitio’. Este ‘sitio’ permanece siempre en acto de decir: ‘Tengo sed’. No termino jamás de decirlo, con mis llagas abiertas y con mi boca quemada digo siempre: ‘Yo ardo, tengo sed, ¡ah! dame una gotita de tu amor para dar un pequeño refrigerio a mi sed ardiente’. Así que en todo lo que hace la criatura Yo le repito siempre con mi boca abierta y quemada por la sed: ‘Dame de beber, tengo sed ardiente’. Y como mi Humanidad dislocada y llagada tenía un solo grito: ‘Tengo sed’, por eso, conforme la criatura camina, Yo grito a sus pasos con mi boca ardida: ‘Dame tus pasos hechos por mi amor para calmar mi sed’; si obra, le pido sus obras hechas sólo por mi amor para refrigerio de mi sed ardiente; si habla, le pido sus palabras; si piensa, le pido sus pensamientos como tantas gotitas de amor para alivio a mi sed ardiente. No era solamente mi boca la que se quemaba, sino toda mi Santísima Humanidad sentía la extrema necesidad de un baño de refrigerio al fuego ardiente de amor que me quemaba, y como era por la criatura que Yo me quemaba en medio de penas desgarradoras, por eso solamente ellas podían, con su amor, extinguir mi sed ardiente y dar el baño de refrigerio a mi Humanidad. Ahora, este grito: ‘Sitio’, lo dejé en mi Voluntad, y Ella tomaba el empeño de hacerlo oír a cada instante en los oídos de las criaturas, para moverlas a compasión de mi sed ardiente, para darles mi baño de amor y recibir su baño de amor, aunque sean pequeñas gotitas, como alivio de mi sed que me devora, pero, ¿quién me escucha? ¿Quién tiene compasión de Mí? Sólo quien vive en mi Voluntad, todos los demás se hacen los sordos y acrecientan con su ingratitud mi sed, lo que me deja intranquilo, sin esperanza de alivio. Y no solamente mi ‘sitio’, sino todo lo que hice y dije lo dejé en mi Voluntad; estoy siempre en acto de decir a mi Mamá doliente: ‘Madre, he ahí a tus hijos’. Y la pongo a su lado como ayuda, por guía, para hacerla amar por hijos, y Ella a cada instante se siente poner por su Hijo al lado de sus hijos, y ¡oh, cómo los ama como Mamá, y les da su Maternidad para hacerme amar por ellos como Ella me ama! Y no sólo esto, sino que con dar su Maternidad pone el amor perfecto entre las criaturas, a fin de que se amen entre ellas con amor materno, que es amor de sacrificio, de desinterés y constante. ¿Pero quién recibe todo este bien? Quien vive en nuestro Fiat. Esta criatura siente la Maternidad de la Reina; Ella, se puede decir que pone su corazón materno en la boca de sus hijos para que succionen y reciban la Maternidad de su amor, sus dulzuras y todas sus dotes, de las cuales está enriquecido su materno corazón.

(3) Hija mía, quien quiera encontrarnos, quien quiera recibir todos nuestros bienes y a mi misma Madre, debe entrar en nuestra Voluntad y debe permanecer dentro, Ella no sólo nos es Vida, sino que forma en torno a Nosotros con su inmensidad, nuestra habitación, en la cual mantiene todos nuestros actos, palabras, y todo lo que somos, siempre en acto. Nuestras cosas no salen de nuestra Voluntad, quien las quiera se debe contentar con hacer vida junto con Ella, y entonces todo es suyo, nada le es negado; mientras que si queremos darle y no vive en nuestro Querer, no las apreciará, no las amará, no se sentirá con el derecho de hacerlas suyas, y cuando las cosas no se hacen propias, el amor no surge y muere”.

(4) Después de esto continuaba mi giro en todo lo que hizo Nuestro Señor sobre la tierra, y me he detenido en el acto de la Resurrección. ¡Qué triunfo, qué gloria! El Cielo se volcó sobre la tierra para ser espectador de una gloria tan grande. Y mi amado Jesús ha regresado y me ha dicho:

(5) “Hija mía, en mi Resurrección venía constituido el derecho a todas las criaturas de resurgir en Mí a nueva vida, era la confirmación, el sello de toda mi Vida, de mis obras, de mis palabras, y confirmación de que si vine a la tierra fue para darme a todos y a cada uno como Vida que les pertenecía. Mi Resurrección era el triunfo de todos y la nueva conquista que todos hacían de Aquél que había muerto por todos, para darles vida y hacerlos resurgir en mi misma Resurrección. ¿Pero quieres saber en donde consiste la verdadera resurrección de la criatura? No al final de los días, sino mientras aún vive en la tierra; quien vive en mi Voluntad resurge a la luz y puede decir: ‘Mi noche ha terminado’; resurge en el amor de su Creador, de modo que no existe más para ella el frío, las nieves, sino que siente la sonrisa de la primavera celestial; resurge a la santidad, la cual pone en precipitosa fuga a las debilidades, a las miserias, a las pasiones; resurge a todo lo que es Cielo, y si mira la tierra, el cielo, el sol, los mira para encontrar las obras de su Creador, para tener ocasión de narrarle su gloria y su larga historia de amor. Por eso quien vive en mi Querer, puede decir como dijo el ángel a las piadosas mujeres cuando fueron al sepulcro: ‘Ha resucitado, no está más aquí’, y dice: ‘Mi voluntad no está más conmigo, ha resucitado en el Fiat’. Y si las circunstancias de la vida, las ocasiones, las penas, circundan a la criatura como buscando su voluntad, ella puede responder: ‘Mi voluntad ha resucitado, no la tengo más en mi poder, en sustitución tengo a la Divina Voluntad y con su luz quiero investir todo lo que me circunda: Circunstancias, penas, para formar en ellas tantas conquistas divinas’. Quien vive en nuestro Querer encuentra la vida en los actos de su Jesús, y corre siempre en ella nuestra Voluntad obrante, conquistante y triunfante, y nos da tal gloria que el Cielo no la puede contener. Por eso vive siempre en nuestro Querer, no salgas jamás de Él si quieres ser nuestro triunfo y nuestra gloria”.

¡FIAT!

GLORIA PATRI

ET FILIO ET SPIRITUI SANCTO

SICUT ERAT IN PRINCIPIO ET NUNC ET SEMPER

ET IN SAECULA SAECULORUM

AMEN.