EL EVANGELIO DEL REINO DE LA VOLUNTAD DE DIOS ☀️ LUNES SANTO Abril 14, 2025
"Déjala, lo tenía guardado para el día de Mi sepultura"
EVANGELIOS
4/14/202515 min read


LECTURAS DEL DÍA:
Primera Lectura: (Isaías 42, 1-7)
No gritará, no voceará por las calles
Salmo 26:
El señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 12, 1-11:
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con Él en la mesa.
María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres? (Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando)
Entonces Jesús dijo: Déjala: lo tenía guardado para el día de Mi sepultura; porque a los pobres los tenéis con vosotros, pero a Mi no siempre me tenéis.
Una muchedumbre de Judíos se enteró de que estaba allí y fueron no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
PALABRA DE DIOS
GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS
LECTURAS DE LOS EVANGELIOS DEL REINO ☀️
+ EL POEMA DEL HOMBRE DIOS
El Evangelio como me ha sido Revelado, 27 marzo, 1947.
“Vuelve a entrar María Magdalena. Trae una jarra de delgado cuello, que termina en una especie como de hermoso pico. El alabastro es de un color amarillo-rojizo, como la piel de ciertas personas rubias. Los apóstoles la miran, pensando que tal vez haya traído algún raro manjar. María no va al centro, en medio de la “U” donde está su hermana. Pasa detrás de los lechos, va a colocarse entre Jesús y Lázaro y el de los dos Santiagos. Destapa la jarra de alabastro, pone la mano bajo la boca, y sobre ella caen algunas gotas de un líquido que apenas si sale. Un fuerte olor a tuberosas y otras especies, un perfume intenso y riquísimo se esparce por la sala. María no se contenta con lo poco que sale. Se inclina y rompe de un golpe el cuello de la jarra contra el saliente del lecho de Jesús. El delgado cuello cae al suelo esparciendo sobre los mármoles gotas perfumadas. Ahora sí sale bastante alabastro. María se pone a la espalda de Jesús y echa sobre su cabeza el bálsamo denso, lo extiende con las peinetas que se ha quitado, peina la cabeza de Jesús. Su Cabeza rubio-rojiza brilla como si fuera de oro bruñido. La luz de la araña que los siervos prendieron, se refleja en la cabeza como si fuera un caso bruñido. El perfume es embriagador. Penetra por las narices, sube a la cabeza, y por su intensidad es como polvos para estornudar, extendido así sin medida. Lázaro con su cabeza vuelta a su hermana, sonríe al ver con qué cuidado unge y compone la Cabellera de Jesús, entre tanto que no se preocupa de sus trenzas sueltas y que le llegan más abajo del cuello, cayendo sobre su espalda. También Marta mira y sonríe. Los demás hablan en voz baja y con diversas expresiones en sus caras. Pero María no se ha cansado. Todavía queda mucho perfume en la jarra, y la Cabellera de Jesús aun cuando sea espesa, está empapada. Entonces María repite lo que llevada de Amor hizo un lejano atardecer. Se arrodilla a los pies del lecho, desata las correas de las sandalias de Jesús, saca sus pies, y metiendo sus largos dedos dentro de la jarra, saca lo más que puede de perfume, lo extiende, lo esparce sobre los pies desnudos, dedo por dedo, luego la planta, el calcañal, el tobillo, que descubre haciendo a un lado el vestido de lino, finalmente sobre el empeine, y repite lo mismo hasta que no encuentra más bálsamo en la jarra. La rompe contra el suelo y con las manos libres se quita las gruesas horquillas, se deshace rápida las pesadas trenzas, y el resto del bálsamo lo echa sobre los pies de Jesús. Judas –que hasta ahora había estado en silencio contemplando con mirada impura a la hermosísima mujer y envidia al Maestro, a quien ungía en la cabeza y en los pies- levanta su voz, la única voz clara de protesta; algunos de los otros habían mostrado un cierto descontento, pero sin mayor consecuencia. Judas que se ha puesto de pie para ver mejor la unción de los pies, dice de mal modo: “¡Qué derroche inútil y pagano! ¿Con qué motivo? ¡Y luego no se quiere que los jefes del Sanedrín nos critiquen de pecado! Esas acciones son propias de una cortesana lasciva y no hablan bien de la nueva vida que llevas, María. ¡Demasiado recuerdan tu pasado!” El insulto es tal que todos se quedan pasmadísimos, de modo que unos se sientan sobre los lechos, otros se ponen de pie a mirar a Judas, como si de pronto se hubiera vuelto loco. Marta se pone colorada. Lázaro de un brinco se pone en pie dando un fuerte golpe sobre la mesa. Grita: “En mi casa…” pero luego mira a Jesús y se refrena. “¿Me miráis? Todos habéis murmurado en vuestro corazón. Ahora porque me convertí en eco vuestro y dicho claramente lo que pensabais, no me dais razón. Repito lo que he dicho. No quiero afirmar que María sea la amante del Maestro, pero sí digo que ciertos actos no son apropiados, ni a Él ni a ella. Es una acción imprudente, y hasta injusta. Sí. ¿Qué motivo tuvo este desperdicio? Si ella quería borrar los recuerdos de su pasado, podía haberme dado esa jarra y el ungüento. ¡Por lo menos era una libra de nardo puro! Y de gran valor. Lo habría vendido al menos por trescientos denarios, que es lo que vale un nardo de tal calidad. Habría dado el dinero a los pobres que nos asedian. Nunca faltan. Y mañana muchísimos serán los que en Jerusalén pedirán una limosna” “¡Es verdad!” asienten los demás. Podías haber empleado una parte para el Maestro y la otra…” María Magdalena está como si estuviera sorda. Continúa secando los Pies de Jesús con la punta de su cabellera suelta, que con los ungüentos se ha hecho más pesada y más oscura que en la parte superior. Los Pies de Jesús de color marfil viejo están lisos y blandos, como si se hubiesen cubierto de una nueva piel. María pone nuevamente las sandalias a Jesús. Besa los Pies, sorda a todo, menos a lo que no sea su Amor por Jesús. El cual la defiende poniéndole la mano sobre la cabeza cuando por vez postrera le besa el Pie y dice: “Dejadla en paz. ¿Por qué la afligís y molestáis? No sabéis lo que ha hecho. María ha realizado en Mí una acción de Deber y de Amor. Siempre habrá pobres entre vosotros. Estoy ya para irme. Siempre los tendréis, pero no más a Mí. A ellos podéis darles un óbolo. A Mí, al Hijo del Hombre entre los hombres, no será posible tributarle ninguna honra, porque así lo quieren y porque le ha llegado su Hora. El Amor ha sido para María, Luz. Presiente que Voy a Morir y ha querido ungir mi Cuerpo de antemano para la sepultura. En verdad os digo que donde será predicada la Buena Nueva se hará mención de este acto profético. Sí, en todo el mundo, durante todos los siglos. Quiera Dios hacer de cada hijo suyo otra María que no se pone a calcular en precios, que no fomenta ningún apego, que no guarda ningún recuerdo aun el mínimo del pasado, sino que destruye y aplasta todo lo carnal y mundanal, y se rompe y se esparce, como hizo con el nardo y el ungüento, por Amor a su Señor. No llores, María. Te repito ahora aquellas palabras que dije a Simón el fariseo y a Marta tu hermana: “Todo te ha sido Perdonado porque has sabido Amar totalmente”. Has elegido la mejor parte y no se te quitará. Quédate en paz, Mi hermosa oveja a quien encontré nuevamente. Quédate en paz. Que los pastizales del Amor sean en la eternidad tu alimento. Levántate, besa también mis Manos que te Absolvieron y han Bendecido… ¡A cuántos han absuelto, bendecido, curado, hecho bien! Y sin embargo Yo os aseguro que el pueblo a quien he hecho tantos bienes está preparándose para torturarlas…” Un silencio pesado se cierne sobre el aire impregnado del fuerte perfume. María, con los cabellos sueltos por detrás y por delante, besa la Mano derecha de Jesús que le había alargado y no sabe separar de ella sus labios… Marta, conmovida, se acerca a su hermana, le recoge los cabellos, se los trenza acariciándola, y extendiéndole el llanto por sus mejillas, tratando de secárselo… Nadie tiene gana de seguir comiendo… Las Palabras de Jesús hacen pensar a todos. El primero que se levanta es Judas de Alfeo. Pide permiso para retirarse. Santiago su hermano, lo sigue, y así hacen Andrés y Juan. Se quedan los demás, que se han puesto de pie, para lavarse las manos en las aljofainas de plata que los siervos le presentan. María y Marta hacen lo mismo con el Maestro y Lázaro. Entra un siervo y se inclina a decir algo a Maximino: “Maestro, me ha dicho él que hay algunos que quisieran verte. Dicen que vienen de lejos. ¿Qué hacemos?” Jesús llama a Felipe, a Santiago de Zebedeo, a Tomás y les ordena: “Id, anunciad la Buena Nueva. Curad. Hacedlo en mi Nombre. Anunciad que mañana iré al Templo”. “¿Estará bien decir esto, Señor?” pregunta Simón Zelote. “Es inútil tenerlo oculto porque más que mis amigos, mis enemigos lo han esparcido en la santa ciudad. Id”. “¡Uhm! Mientras lo sepan los amigos… se comprende. Pero ellos no traicionan. No sé cómo lo hayan logrado saber los demás”. “Entre los muchos amigos hay siempre alguno que otro enemigo. Simón de Jonás. Son ya demasiados… y con toda facilidad se les acoge por tales. ¡Cuando pienso en lo que tuve que insistir y esperar!… Eran los primeros días y se era prudente. Después vinieron los deslumbradores triunfos y la cautela se perdió. ¡Y mal hecho! Pero esto sucede a todos los vencedores. Las victorias ofuscan el modo de ver las cosas, enflaquecen la prudencia en el obrar. Hablo de nosotros los discípulos, naturalmente, no del Maestro. Él es perfecto. Hubiéramos quedado los doce no se debería temblar por traición alguna” dice desvergonzadamente Judas de Keriot. La mirada que Jesús echa sobre el apóstol es indescriptible. Una mirada de llamada y de dolor infinito. Pero Judas no la acepta. Pasando delante de las mesas se dispone a salir… Jesús lo sigue con la mirada y cuando ve que está a punto de irse le pregunta: “¿A dónde vas?” “Afuera…” le responde evasivamente. “¿Fuera de la habitación, o fuera de la casa?” “Afuera… Así, así… a caminar un poco”. “No vayas, Judas. Quédate Conmigo, con nosotros…” “Han salido tus hermanos y también Juan con Andrés. ¿Por qué no puedo salir?” “Tú no vas a descansar como ellos…” Judas no responde y obstinadamente sale. Nadie habla, los que se han quedado, esto es, Pedro, Simón y Bartolomé se miran entre sí. Jesús se ha levantado e ido a una ventana para seguir a Judas con la mirada y cuando lo ve salir de la casa con el manto ya puesto y dirigirse al cancel, que desde aquí no se ve, lo llama con fuerte voz: “¡Judas, espérame! Debo decirte una cosa”. Aparta suavemente a Lázaro que presintiendo que su Maestro sufría le había puesto un brazo en la espalda. Sale de la sala, detrás de Judas que ha seguido caminando, pero despacio. Lo alcanza a un tercio de la distancia entre la casa y la valla del jardín, cerca de un bosquecillo de plantas de hojas gruesas que parecen de cerámica color verde oscuro con florcitas, cada una de las cuales es una crucecilla de pétalos pesados como si hubieran sido hechos de cera apenas amarilla, de un intenso aroma. No sé su nombre. Jesús lleva a Judas detrás del bosquecillo y tomándolo del antebrazo con la mano, vuelve a preguntarle: “¿A dónde vas, Judas? Te ruego que te quedes aquí”. “Tú que sabes todo, ¿para qué me preguntas? ¿Qué necesidad tienes de preguntar. Tú que lees en el corazón de los hombres? Sabes que voy a ver a mis amigos. No me das permiso de ir con ellos. Me buscan. Voy” “¡Tus amigos! ¡Tu ruina, deberías decir! A ella vas. A tus verdaderos asesinos vas. ¡No vayas, Judas! ¡No vayas! Vas a cometer un crimen… tú…” ¡¡Ah, tienes miedo! ¡Finalmente lo tienes! ¡Finalmente sientes que eres humano! ¡Que eres un hombre! ¡No más que eso! Porque sólo el hombre tiene miedo de la muerte. Dios no, porque sabe que no puede morir. Si te sintieses Dios, sabrías que no podrías morir y no deberías tener miedo. Porque Tú, ahora, ahora que sientes próxima la muerte, la temes como cualquier mortal, y buscas por todos los medios evitarla, y en todas las cosas ves un peligro. ¿Dónde está tu antigua audacia? ¿Dónde tus protestas de estar contento, de estar sediento por realizar el sacrificio? ¡No hay ni un eco de ellos en tu corazón! Creías que nunca llegaría esta hora, y por eso te hacías el fuerte, el generoso, decías cosas pomposas. ¡No eres menos de los que tachas de hipócritas! ¡Nos deslumbraste, y nos has desilusionado! ¡A nosotros que por Ti habríamos dejado todas las cosas! ¡A nosotros que por tu Causa seremos objeto de odio! Tú eres la causa de nuestra ruina…” “Basta. ¡Ve, ve! ¡No han pasado muchas horas desde que tú me dijiste: “Ayúdame a quedarme, ¡Defiéndeme!” Lo he hecho. ¿Y de qué ha servido? Dime una sola cosa, pero antes de decírmela, reflexiona bien. ¿Realmente quieres ir con tus amigos, los prefieres a Mí? ¿Es esta tu voluntad?” “Sí. Lo es. No tengo necesidad de reflexionar, porque desde hace tiempo no tengo más que esta voluntad”. “Entonces vete. Dios no hace fuerza a la voluntad del hombre” y Jesús le vuelve las espaldas volviendo despacio adentro. Cuando está cerca de la casa levanta la cabeza, atraído por la mirada que Lázaro le dirige desde el lugar donde estuvo antes. El pálido Rostro de Jesús se esfuerza en sonreír al amigo fiel. Entra en la casa donde los cuatro apóstoles están hablando con Maximino entre tanto que María y Marta dirigen el trabajo de los siervos que vuelven a poner en orden la sala, quitando todo lo que sirvió para el banquete.”
¡FIAT!
+EL EVANGELIO DE NUESTRA MADRE CELESTIAL
LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD: Visita Celestial del Día 27
“Ahora hija amadísima, si te quisiera decir lo que obró y sufrimos mi Hijo y Yo en estos tres años de su vida pública, me extendería demasiado. Lo que te recomiendo es que en todo lo que puedas hacer y sufrir, tu primer acto y el último sea el Fiat Divino. En el Fiat nos separamos con mi Hijo, y el Fiat me dio la fuerza de hacer el sacrificio. Así encontrarás la fuerza para todo, incluso en las penas que te cuestan la vida, si todo lo encierras en el eterno Fiat. Por eso dame tu palabra que te harás encontrar siempre en la Divina Voluntad. Así también tú sentirás la inseparabilidad de Mí y de nuestro sumo Bien Jesús.
¡FIAT!
+ EL EVANGELIO DEL REINO DE LA VOLUNTAD DIVINA: Vol. 2-88. Octubre 28, 1899
(1) Esta mañana mi Amable Jesús ha venido en medio de una Luz, y mirándome como si me penetrara por todos lados, tanto que me sentía aniquilada, me ha dicho:
(2) “¿Quién soy Yo, y quién eres tú?”
(3) Estas palabras me penetraban hasta la médula de los huesos y descubría la infinita distancia que hay entre el Infinito y el finito, entre el Todo y la nada; y no sólo eso, sino que descubría también la malicia de esta nada y el modo como se había enfangado, me parecía como un pez que nada en las aguas, así mi alma nadaba en la podredumbre, en los gusanos y en tantas otras cosas aptas solamente para dar horror a la vista. ¡Oh Dios, qué vista tan abominable! Mi alma quería huir de la vista de Dios tres veces Santo, pero con otras dos palabras me ató: “¿Cuál es mi Amor hacia ti? Y, ¿cuál es tu correspondencia hacia Mí?”
(4) Ahora, mientras a la primera palabra habría querido huir espantada por su presencia, a la segunda palabra, ¿cuál es mi Amor hacia ti? Me he encontrado abismada, atada por todas partes por su Amor, así que mi existencia era un producto de su Amor, y si este Amor cesaba, yo no existía más. Entonces, me parecía que los latidos del corazón, la inteligencia y hasta el respiro eran todos una reproducción de su Amor, yo nadaba en Él y aun el querer huir me parecía imposible, porque su Amor me circundaba por todos lados. Mi amor me parecía como una gotita de agua arrojada en el mar, que desaparece y no se puede distinguir más.
(5) Cuántas cosas he comprendido, pero si las quisiera decir todas me alargaría demasiado. Entonces Jesús ha desaparecido y yo he quedado toda confundida, me veía toda pecado y en mi interior imploraba perdón y misericordia. Poco después mi único Bien ha regresado y yo me sentía toda bañada por la amargura y por el dolor de mis pecados, y Él me ha dicho:
(6) “Hija Mía, cuando un alma está convencida de haber hecho mal al ofenderme, hace ya el oficio de la Magdalena que bañó mis pies con sus lágrimas, los ungió con bálsamo y los secó con sus cabellos. El alma, cuando comienza a ver en sí misma el mal que ha hecho, Me prepara un baño a mis Llagas. Viendo el mal siente amargura y prueba dolor, y con esto viene a ungir mis Llagas con un bálsamo exquisito. Por este conocimiento el alma quisiera hacer una reparación, y viendo la ingratitud pasada, siente nacer en ella el Amor hacia un Dios tan bueno y quisiera dar su vida para testimoniar su amor, y esto son los cabellos, que como tantas cadenas de oro la unen a mi Amor”.
¡FIAT!
REPARACIÓN A JESÚS
LAS 24 HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO:
Y el afligido Jesús, después de habérselo asegurado, entra en agonía mortal, sufre penas jamás vistas ni entendidas, y yo, no pudiendo resistir y queriendo compadecerlo y aliviarlo le digo: «Dime, ¿por qué estás tan triste, afligido y solo en este huerto y en esta noche? Es la última noche de tu vida sobre la tierra, pocas horas te quedan para dar principio a tu Pasión. Creí encontrar aquí al menos a la Celestial Mamá, a la amante Magdalena y a tus fieles apóstoles, en cambio te encuentro solo, en poder de una tristeza que te da muerte despiadada, sin hacerte morir. Oh mi bien, mi todo, ¿no me respondes? ¡Háblame! Pero parece que te falta la palabra, tanta es la tristeza que te oprime. Pero, oh mi Jesús, tu mirada, llena de luz, sí, pero afligida e indagadora, que parece que buscas ayuda, tu rostro pálido, tus labios abrasados por el Amor, tu Divina Persona que tiembla toda de Pies a Cabeza, tu Corazón que late fuerte, fuerte, y aquellos latidos buscan almas y te dan tal afán que parece que de un momento a otro Expires, me dicen que estás Solo y por eso buscas mi compañía». ¡Heme aquí oh mi Jesús, toda para Ti, junto Contigo! Mi corazón no resiste el Verte tirado en la tierra; te tomo entre mis brazos y te estrecho a mi corazón, quiero numerar uno por uno tus Afanes, una por una las ofensas que te hacen, para darte Alivio por todo, reparación por todo, y por todo, al menos Compadecerte. Pero, oh mi Jesús, mientras te tengo entre mis brazos, tus Sufrimientos se acrecientan, siento, oh Vida mía, correr en tus Venas un fuego, y siento que la Sangre te hierve y quiere romperlas para salir fuera. Dime amor mío, ¿qué tienes? No veo flagelos, no espinas, no clavos ni cruz, no obstante, apoyando mi cabeza sobre tu Corazón siento que crueles espinas te traspasan la cabeza; azotes despiadados no te Dejan a salvo ninguna parte, ni dentro ni fuera de tu Divina Persona; tus Manos paralizadas y contraídas más que por clavos. Dime dulce Bien mío, ¿Quién tiene tanto poder, aun en tu Interior, que te Atormenta y te Hace Sufrir tantas muertes por cuantos tormentos te Da? Ah, me parece que Jesús Bendito abre sus Labios moribundos y me Dice: «Hija Mía, ¿quieres saber Quién me Atormenta más que los mismos verdugos? Es más, estos verdugos son nada en comparación de esto. Es el Amor eterno que queriendo el Primado en todo, me está haciendo Sufrir todo junto y en las Partes más Íntimas lo que los verdugos me harán sufrir poco a poco. Ah, hija Mía, es el Amor el que Prevalece en todo sobre Mí, y en Mí el Amor me es clavo, el Amor me es flagelo, el Amor me es corona de espinas, el Amor me es todo, el Amor es mi Pasión perenne, mientras que la de los hombres es temporal. Ah hija Mía, entra en mi Corazón, ven a perderte en mi Amor, pues sólo en mi Amor comprenderás cuánto he Sufrido y cuánto te he Amado, y aprenderás a Amarme y a sufrir sólo por Amor».
GLORIA PATRI
ET FILIO ET SPIRITUI SANCTO
SICUT ERAT IN PRINCIPIO ET NUNC ET SEMPER
ET IN SAECULA SAECULORUM
AMEN.
FIAT / La llamada de Dios a la criatura a la vocación del amor.
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