EL EVANGELIO DEL REINO DE LA VOLUNTAD DE DIOS ☀️ Martes 29 abril, 2025
“Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre” .
EVANGELIOS
4/28/202514 min read


EL EVANGELIO DEL REINO DE LA
VOLUNTAD DE DIOS
☀️
“Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre”
Tiempo de Pascua,
Semana No. 2,
Martes 29 abril, 2025
LECTURAS DEL DÍA:
Primera Lectura: Hechos 4,32-37:
Todos pensaban y sentían lo mismo.
Salmo 92:
El Señor Reina, vestido de Majestad.
+ SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 3, 11-15:
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: "Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu." Nicodemo le preguntó: "¿Cómo puede suceder eso?" Le contestó Jesús: "Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna."
PALABRA DE DIOS
GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS
LECTURA DE LOS EVANGELIOS DEL REINO ☀️
+ EL POEMA DEL HOMBRE DIOS:
El Evangelio como me ha sido Revelado, 18 agosto, 1945.
JESÚS HABLA DE LA ESPERANZA:
“No creéis en el Mesías?”
“¡Sí creemos! Nos hemos decidido ir a buscarlo después de la vendimia. Se dice que es celoso de la observancia de la ley, y que va al Templo en las solemnidades prescritas. Pronto iremos a la fiesta de los Tabernáculos y estaremos todos los días en el Templo para verlo. Y si
allí no lo encontramos, iremos en su búsqueda hasta que lo encontremos. Vosotros que lo conocéis, decidnos: ¿Es verdad que casi siempre está en Cafarnaúm? ¿Es verdad que es alto, joven, de color pálido, rubio y que tiene una voz diversa de la de los demás hombres, que llega hasta el corazón, y que hasta las bestias y las plantas lo oyen?”
“Todos los corazones menos los de los fariseos, Gamala. Los de ellos son muy ásperos”. “Esos ni siquiera son animales. Son demonios, incluido aquel cuyo nombre llevo. Pero decid: ¿Es verdad que es así, y que es tan bueno que habla con todos, consuela a todos, cura
enfermedades y convierte pecadores?”
¿Creéis esto?”
“Sí. Pero nos gustaría saberlo de vuestros labios, de vosotros que lo seguís. ¡Oh, si nos condujeseis a Él!”“¿No debéis cuidar los viñedos?” “Pero también tenemos un alma a quién cuidar, y más que los viñedos. ¿Está en Cafarnaum? Haciendo caminatas forzadas podremos ir y volver en diez días”... Está allí al que buscáis. Descansó en vuestro huerto y ahora está Hablando con ese viejo y con ese joven. A su lado está su Madre y su tía”. ”¡Aquel!... ¡Oh!... ¿Qué hacer?”
Se quedan como paralizados. Se hacen todos ojos para Mirarlo. Toda su alma se ha asomado a sus pupilas. “¿Y bien? ¿Tanto deseo teníais de Verlo y ahora ni os movéis? ¿Os habéis convertido en estatuas de sal?” les instiga Pedro. “No... es que... ¿Pero es tan sencillo el Mesías?”“¡Pues qué queríais que fuese? ¿Sentado en un trono resplandeciente y con el manto regio?
¿Lo creíais un nuevo Asuero” “No... pero... tan sencillo. ¡Él, tan Santo!”
“Y muy Sencillo, porque es Santo. Bien. Hagamos así... ¡Maestro! Ten paciencia, y ven a Hacer aquí un Milagro. Hay unas personas aquí que te buscan y que al verte las has petrificado. Ven a Devolverles el movimiento y la palabra”. Jesús se ha Vuelto al oírse llamar. Se Levanta Sonriente y Viene a los viñadores que lo Miran así estupefactos, que parecen aterrorizados.
“La Paz sea con vosotros. ¿Me necesitabais? Aquí Estoy” y como de costumbre, Abre los Brazos para Ofrecerse. Los viñadores caen de rodillas y se quedan sin decir palabra.
“No tengáis miedo. Decidme lo que queréis”.
Extienden sus cestos llenos de uvas, sin hablar. Jesús Admira la magnífica fruta y dice: “Gracias”. Extiende una Mano, toma un racimo, y se lo empieza a Comer.
“¡Oh Dios Altísimo! ¡Come como nosotros!” dice con un suspiro el llamado Gamala. Es imposible dejar de reír ante estas palabras. También Jesús se Sonríe más, y como para excusarse dice: “¡Soy el Hijo del Hombre!”
La Actitud de Jesús ha terminado con fascinación. Gamala dice: “¿No entrarías en nuestra casa, hasta el atardecer por lo menos? Somos muchos, porque somos siete hermanos con sus esposas y niños, además de los viejos que esperan la muerte tranquilamente”.
“Vamos. Llamad a los compañeros y alcanzadnos allí. Mamá, ven con María”.
Y Jesús va con los campesinos que se han levantado y caminan un poco de lado para verlo caminar. El sendero es estrecho, en medio de troncos de árboles unidos el uno con el otro por vides.
Pronto llegan a la casa, mejor dicho, a las casas porque es un pequeño cuadro de casas. En el centro un amplio patio. Un pozo. Hay un gran corredor que hace de vestíbulo, y que en las noches se cierra con un pesado portón.
“La paz sea en esta casa y a quien en ella habita” dice Jesús entrando y levantando su Mano para Bendecir. La baja para Acariciar un pedazo de carne semidesnudo que lo mira extático. Un bellísimo niño metido en su camisa sin mangas, que le cae por las espaldas. Está parado en sus piecitos desnudos, con un dedito en la boca y un pedazo de pan mojado en aceite en la otra manita.
“Es David, el niño de mi hermano” dice Gamala. Otro viñador entra en la casa más próxima para dar el anuncio y luego sale para ir a otra, y así a todas, de modo que caras de todas las edades se asoman, y se meten para volver a salir después de haberse arreglado por un momento. Sentado a la sombra de un cobertizo, que sostiene una higuera gigantesca, hay un viejo con un bastón entre las manos. No levanta ni siquiera la cabeza, como si nada le importase. “Es nuestro padre” dice Gamala. “Uno de los viejos de nuestro hogar, porque también la mujer de Jacobo trajo aquí a su padre, que se quedó solo, y además está la anciana madre de Lía, la esposa más joven. Nuestro padre está ciego. Tiene un velo sobre sus pupilas. ¡Tanto sol en los campos! ¡Tanto calor en la tierra! ¡Pobre padre! ¡Está muy triste! Pero es muy bueno. Ahora espera a los nietos, son su única alegría”.
Jesús se va al viejo. “Dios te Bendiga, padre”. “Quienquiera que Tú seas, que Dios te devuelva tu Bendición” responde el viejo levantando su cabeza en dirección de la Voz que oyó.
“Tu suerte es triste, ¿no es verdad?” pregunta Jesús con dulzura, y hace señal de no decir Quién está Hablando.
“Viene de Dios, después de tantos bienes que me dio en mi larga vida. Así como recibí bienes de Dios, así debo aceptar ahora la pérdida de la vista. Al fin y al cabo no es eterna. Terminaré en el seno de Abraham”. “Dices bien. Peor sería si estuviese ciega el alma”. “Traté que siempre mirase”. “¿Cómo hiciste?”
“Tú eres joven. Tu Voz me lo dice. No serás, ¿verdad?, uno de esos jóvenes que son ciegos, porque no tienen religión. Ten cuidado, es una desgracia no creer y no seguir lo que Dios mandó. Muchacho, un viejo te lo dice. Si abandonas la ley, serás un ciego en la tierra y en la otra vida. Jamás verás a Dios, porque vendrá un día en que el Mesías Redentor nos Abra las Puertas de Dios. Soy muy viejo para ver ese Día sobre la tierra. Pero lo veré desde el seno de Abraham, por eso no me lamento de nada, ya que espero que con estas sombras descontaré lo que pude haber hecho contra Dios, y me ganaré méritos para la vida eterna. Tú eres joven. Sé fiel, hijo, de modo que veas al Mesías, pues el tiempo se acerca. El Bautista lo dijo. Lo verás, pero si tienes el alma ciega, serás como aquellos de los que habla Isaías: tendrás ojos y no verás”.
“¿Querrías verlo, padre?” pregunta Jesús poniéndole la Mano sobre la blanca cabeza. “Me gustaría Verlo. Sí. Pero prefiero irme sin Verlo ¡porque si lo Viese y mis hijos no lo Reconociesen! Tengo todavía la fe antigua y me basta. Ellos... ¡Oh el mundo de ahora...!
“Padre, Ve, pues, al Mesías, y tu atardecer se llene de alegría”. Jesús pasa su Mano de los cabellos blancos a la frente y hasta el mentón barbado del anciano, como si lo acariciase, y se Inclina para estar a la altura de la cara del anciano.
“¡Oh, Altísimo Señor! ¡Sí veo!... ¿Quién Eres? Este Rostro me es desconocido y sin embargo me parece tan familiar como si lo hubiese Visto... Pero... ¡Oh, qué tonto soy!
Tú que me has devuelto la vista, eres el Mesías Bendito. ¡Oh!” El viejo llora en las Manos de Jesús que ha tomado, se las Cubre de besos y lágrimas. Toda la familia está alborozada. Jesús zafa una Mano y Acaricia una vez más al anciano, diciéndole: “Sí, lo Soy. Ven para que además de mi Rostro, Reconozcas mi Palabra”. Se Dirige a una escalerilla que va a una terraza que sombrea un emparrado tupido de hojas. Todos lo Siguen.
“Había Prometido a Mis discípulos Hablarles sobre la esperanza y de que les presentaría una parábola. La parábola es la siguiente: este viejo israelita. El tema me lo Da el Padre Celestial para Enseñar a todos la gran virtud, que como las extremidades o brazos de un yugo, sostiene la fe y la caridad. Dulce yugo. Patíbulo del género humano como el brazo atravesado de la Cruz. Trono de salvación como apoyo de la serpiente que levantada en el desierto curaba al pueblo. Patíbulo del linaje humano. Puente del alma para que remonte el vuelo hacia la luz. Ha sido puesta en medio, entre la indispensable fe y la perfectísima caridad, porque sin esperanza no puede existir fe, y sin esperanza muere la caridad.
Fe presupone una esperanza segura. ¿Cómo se puede Creer de llegar a Dios si no se espera en su Bondad? ¿Cómo sostenerse en la vida si no se espera en la Eternidad? ¿Cómo poder persistir en la justicia si no nos anima la esperanza de que cada acción buena nuestra la
Vea Dios, ¿y que por ella nos Premie? De igual modo, ¿cómo hacer vivir la caridad si no hay esperanza en nosotros? La esperanza precede a la caridad y la prepara. Un hombre tiene necesidad de esperar para poder amar. Los desesperados no aman más. Esta es la escalera hecha de peldaños y barandillas. En lo alto está la caridad, a la que se sube mediante las otras dos.
El hombre espera para creer, creer para amar. Este hombre supo esperar. Nació como un niño cualquiera de Israel. Creció con las mismas enseñanzas que reciben los demás. Se hizo hijo de la ley como todos los demás. Creció, se casó, ha sido padre y ha envejecido, esperando siempre en las promesas hechas a los patriarcas que los profetas repitieron. En su vejez las sombras cayeron sobre sus pupilas, pero no sobre su corazón. En él siempre ha quedado encendida la esperanza; esperanza es ver a Dios; de verlo en la otra vida; y con la esperanza de esta Vida Eterna, una más íntima y amada:
“ver al Mesías”. Me dijo, sin conocer Quién era el joven que le estaba Hablando: “Que si abandonase la ley sería ciego en la tierra y en el Cielo. No vería a Dios, ni Reconocería al Mesías”. Dijo muy bien. Hay muchos en Israel que son ciegos. No tienen más esperanza porque la rebelión contra la ley la mató. Pues, aun cuando se cubra con vestiduras sagradas, la no aceptación integral de la Palabra de Dios es siempre rebelión. Me refiero a la Palabra de Dios, no a las superestructuras que el hombre ha añadido, y que por ser demasiadas, y todas
humanas, no se preocupan de ellas los que las pusieron. Se las hace maquinales, forzadas, cansadas, estériles. Ellos no tienen más esperanza, sino que se burlan de las Verdades Eternas. No tienen, pues, fe, y mucho menos caridad. El yugo Divino que Dios Entregó al
hombre para que se hiciese de Él obediencia y merito, la Cruz celestial que Dios Entregó al hombre como conjuro contra las serpientes del mal, para que obtuviese la salud, perdió su brazo travesaño, él que sostenía la llama blanca y la llama roja: la fe, y la caridad, y las tinieblas cayeron sobre los corazones.
Esta persona me dijo: “Es gran desventura no creer y no seguir lo que Dios ha dicho”. Es verdad. Lo confirmo. Es peor que la ceguera física, que puede tener remedio, al darle a un hombre la alegría de volver a ver el sol, los jardines, los frutos de la tierra, las caras de los hijos y nietos y sobre todo lo que era la Esperanza de su esperanza: “Ver al Mesías del Señor”.
Querría que una virtud semejante viviese en el corazón de todo Israel y sobre todo en los que están más instruidos en la ley. No basta haber estado en el templo, o ser de él, ni basta tener memoria para repetir las palabras del Libro. Es menester saber vivir nuestra vida mediante las tres virtudes divinas.
Tenéis un ejemplo: donde ellas viven todo es fácil, aun la desventura. Porque el Yugo de Dios es siempre un Yugo ligero, que Oprime sólo la carne, pero no Pisotea el espíritu. Caminad en la paz, vosotros que permanecéis en esta casa de buenos israelitas. Camina en paz, viejo
padre. Que Dios te Ame, de ello puedes estar seguro. Cierra tu día justo poniendo tu sabio modo de pensar en el corazón de los descendientes de tu sangre. No puedo quedarme, pero mi Bendición queda entre estos muros ricos de gracia como los racimos de este viñedo”.
Jesús Quiere irse, pero Debe, al menos, detenerse hasta que Conozca esta tribu de todas las edades, y hasta que Reciba lo que le quieren dar, con lo que las alforjas del viaje se inflan como odres... Terminado esto, continúa su camino por una vereda que va entre vides. Los viñadores son sus guías. No lo dejan sino hasta el camino principal, desde el que se distingue un poblado donde Jesús y los suyos podrán pasar la noche”.
¡FIAT!
+ EL EVANGELIO DEL REINO DE LA VOLUNTAD DIVINA, Vol. 1-224:
“Finalmente, una mañana, después de este periodo de tres años, Jesús me dio a entender benignamente, que quería que su matrimonio conmigo hecho sobre la tierra se ratificara con la sanción del Padre y del Espíritu Santo, a la presencia de toda la Corte Celestial, y me ordenó que yo misma me preparara muy bien para recibir tan singular gracia; yo de mi parte hice todo lo que estaba en mi poder para disponerme lo mejor posible. Pero en honor a la verdad, siendo yo tan miserable e inepta para hacer hasta una sombra de bien, suplicaba continuamente al Dios Altísimo, que él mismo pusiera manos a la obra para hacer la más santa purificación de mi alma, de lo contrario yo jamás podría llegar a hacerlo como se me pedía. Y esta gracia se me concedió en la vigilia de la natividad de María Santísima; he aquí cómo: Aquella mañana, mi siempre amable Jesús vino, con mucha premura, para disponerme él mismo a lo que le había pedido; y no sé por qué empezó con un ir y venir continuo; de hecho, venía con prisa, me hablaba de la fe y de inmediato me dejaba... Y mientras me hablaba, sentía que se me infundía una tal vida de fe, que mi alma, que era tan tosca antes de que Jesús me hubiera hablado, la sentía tan simple que era capaz de penetrar hasta en Dios. Luego miraba la potencia, la santidad, la bondad, o algún otro atributo divino... Y transformada de tal forma mi alma, en un mar de estupor, decía: "Oh Dios omnipotente, ¿qué omnipotencia ante ti no queda deshecha? Santidad excelsa de Dios, ¿qué otra santidad, por cuanto sublime sea, se atreverá a comparecer en tu presencia?
Bajando luego a considerar mi miseria, y tocando mi nada y la nulidad de las cosas terrenas, que ante Dios huyen como las sombras de niebla a la ráfaga del viento; me daba cuenta de que yo no era más que un pequeño microbio, envuelto por solo un poco de polvo, y que para ser destruido y deshecho bastaría la pequeñísima obra de cualquier otro gusano... Dándome cuenta de esto no me atrevía a encontrarme a la presencia de la tremenda majestad de Dios, pero su infinita bondad, como un imán, me atraía hacia él, y en su infinita bondad mi alma exclamaba:"¡Oh, cuánta santidad, cuánta potencia y cuánta misericordia se encierra en Dios, quien nos atrae hacia él con su equivalente bondad!"
Y digo esto, porque me parecía que la santidad todo lo circundaba, que la potencia todo lo sostenía, que la misericordia todo lo conmovía y que la bondad todo lo animaba por dentro, lo circundaba por fuera, alimentando su potencia y su misericordia, y considerando singularmente cada atributo divino los hallaba a todos del mismo valor, pero del todo incomprensibles, inmensurables, etc., a la mente humana. Mientras me encontraba abismada en tan alta consideración, Jesús regresaba de nuevo y se ponía a hablarme de la esperanza cristiana, diciéndome primero:"
Para obtener la fe es necesario creer. Sin la creencia no puede darse la fe. Como en la cima del hombre se encuentra la cabeza, la cual debe dirigir al hombre en todas sus operaciones, así en la cima de cualquier otra virtud se necesita la fe, la cual ordena todo; pero como la cabeza sin el sentido de la vista no podría liberarse de las tinieblas y de cualquier otra confusión, de modo que si quisiera dirigir cualquier operación del hombre estando totalmente ciego lo llevaría a donde no lo hubiera llevado si hubiera tenido la vista, así el alma sin la fe no podría hacer otra cosa que ir de precipicio en precipicio. Ahora bien, así como la vista le sirve al hombre de guía para todo lo que hace, la fe le sirve al alma como una luz que lo ilumina, sin la cual no se puede recorrer el camino que lleva a la vida eterna.
Ahora bien, para tener fe, es necesario tener primero tres cosas: el germen de la fe, la bondad del germen y el desarrollo del mismo. El germen se siembra en nosotros mediante la noticia que se recibe referente al objeto de la fe, ya que ciertamente no se puede pensar en una cosa de la cual no se haya tenido al menos algún conocimiento.
La bondad del germen de la fe debe ponerse en quien arroja en nosotros dicho germen, ya que podrá ser un verdadero germen de fe si la persona que nos lo da es digna de fe; y será un falso germen si se falsifica por quien sea desde la raíz. Y si en nosotros surge alguna incertidumbre del objeto del que se nos da la noticia, o bien, la no exacta noticia, se le debe tener como un objeto dudoso de fe.
Una vez seguro del germen de la fe como de su bondad, es necesario que sea cultivado para que crezca y se desarrolle bien hasta que llegue a la madurez, pues sólo entonces llega a dejar de ser objeto de fe: cuando se tiene la íntima persuasión de la verdad.
De la confianza que pongamos en la bondad de la fe y de cuanto nosotros nos ocupemos en hacer que crezca y se desarrolle siempre más hasta llegar a la madurez, dependerá el que se produzca en nosotros aquella virtud hermana de la fe y que es la esperanza de haber llegado a la meta de la fe y de la esperanza misma en el objeto de la fe ya conocido.
Así que yo puedo decir que la noticia de Dios siembra en mí la semilla de la fe; de esta semilla, bien cultivada, nace, crece y se desarrolla siempre más la luz que se reproduce del germen de la fe. La luz de la fe me da todas las particularidades de este Dios, sumo Bien mío; me revela su bondad, el amor tan atractivo con que Dios me llama a sí para disfrutar de él, y me hace ver, como en un panorama todavía, todos los beneficios que me puede hacer. Así que la noticia de su Existencia para mí produce el germen de la fe; la fe que crece en mí me acerca siempre más a este Ser Supremo, haciéndome conocer en parte la desmesurada excelencia de cada atributo Suyo; me da a conocer Quién es Él en Sí mismo y fuera de Sí, como también lo que me Puede Dar; y esto siembra en mí la semilla de la Santa esperanza; y de este germen bien cultivado me vendrá la posesión; porque quien firmemente cree, espera y obra, ya posee.
La fe y la esperanza operantes siembran el germen del Amor a Dios, el Ser sumamente Benéfico, y Dios, en contracambio, Hace nacer en nosotros el germen de la caridad cristiana, mediante la cual uno se vuelve operante, semejante al Hombre Dios”.
¡FIAT!
GLORIA PATRI
ET FILIO ET SPIRITUI SANCTO
SICUT ERAT IN PRINCIPIO ET NUNC ET SEMPER
ET IN SAECULA SAECULORUM
AMEN.
FIAT / La llamada de Dios a la criatura a la vocación del amor.
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