EL EVANGELIO DEL REINO DE LA VOLUNTAD DE DIOS ☀️ Viernes 2 mayo, 2025

"REPARTIÓ A LOS QUE ESTABAN SENTADOS TODO LO QUE QUISIERON"

EVANGELIOS

5/2/202514 min read

EL EVANGELIO DEL REINO DE LA

VOLUNTAD DE DIOS

☀️

“Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron”

Tiempo de Pascua,

Semana No. 2

Viernes 2 mayo, 2025


LECTURAS DEL DÍA:

  • Primera Lectura: Hechos 5,34-42:

Salieron contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de Jesús.

Salmo 26:

Una cosa pido al Señor: habitar en su casa.


+ SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 6,1-15:

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: "¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?" Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe le contestó: "Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo."

Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: "Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?" Jesús dijo: "Decid a la gente que se siente en el suelo." Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: "Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie." Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: "Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo." Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

PALABRA DE DIOS

GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS


LECTURA DE LOS EVANGELIOS DEL REINO

☀️

  1. + EL POEMA DEL HOMBRE DIOS:

El Evangelio como me ha sido Revelado,

7 septiembre 1945:

La primera multiplicación de los panes:

“El lugar es el de antes, con la sola diferencia de que el sol no está en el oriente. Sus rayos se filtran por los bosques que flanquean el Jordán por estos lugares, donde el agua que sale del lago desemboca en el río. Está el sol ahora en el poniente, desciende en medio de arreboles, despidiéndose del cielo con sus últimos rayos, que al atravesar el denso follaje pierden su fuerza y aparece el tinte grisáceo del atardecer. Las aves, ebrias del sol en que bañaron su plumaje durante todo el día, hartas de la comida que en otros lugares encontraron, se entregan a un carnaval de trinos y cánticos entre las ramas de la floresta. La tarde cae con sus pompas finales que brinda al día. Los apóstoles se lo hacen notar a Jesús que continúa adoctrinando según los argumentos que le proponen. “Maestro, ya es tarde. El lugar es solitario, no hay caseríos o poblados, está lleno de sombras y es húmedo. Dentro de poco no será posible ni siquiera vernos, ni caminar. La luna sale tarde. Di al pueblo que se vaya a Tariquea o a los poblados del Jordán para que compre alimentos y busque alojo”. “No es necesario que se vayan. Dadles de comer... Pueden dormir, como durmieron para esperarme”. “No quedan sino cinco panes y dos pescados, Maestro. Lo sabes”. “Traédmelos”. “Andrés, ve a buscar al niño. Es el que guarda la bolsa. Hace poquito estaba con el hijo del escriba y con otros dos, jugando a rey y queriéndose coronar de flores”. Andrés va ligero. También Juan y Felipe buscan a Marziam entre la gente que siempre se aleja. Lo encuentran casi al mismo tiempo. Lleva la bolsa de bandolera, una rama de algalia ciñe su cabeza, y de cinturón otra rama de algalia, del que pende cual si fuese una espada la rama con su nudo. La empuñadura la forma el nudo, la hoja de espada es la vara que lleva el nudo. Con Marziam hay otros siete, igualmente adornados y son la corte del hijo del escriba, un muchachito flaquísimo de mirada dura, como quien ha sufrido mucho, y que es el que está más coronado de flores. “Ven, Marziam. ¡El Maestro te necesita!” Marziam deja plantados a sus amigos y rápido va, sin quitarse siquiera sus adornos florales. Los otros lo siguen, y pronto Jesús se ve rodeado de un grupo de niños coronados de flores. Los acaricia, mientras Felipe saca de la bolsa un envoltorio con pan y dos pescados gruesos: unos dos kilos más o menos. Cosa insuficiente para los diecisiete de la comitiva, mejor dicho para los dieciocho con Mannaén. Le presentan al Maestro estos alimentos. “Está bien. Ahora traedme cestos. Diecisiete, cuántos sois vosotros. Marziam dará comida a los niños…” Jesús mira detenidamente al escriba que no se le separa del lado y le pregunta: “¿Quieres también tú dar comida a los que tienen hambre?” “Lo querría, pero ni yo mismo la tengo”. “Dales de la mía. Te lo perito”. “¿Pero piensas dar de comer a cinco mil hombres, además de las mujeres y niños, con dos pescados y esos cinco panes?” “Sin duda. No seas incrédulo. Quien cree, verá realizarse el milagro”. “¡Oh! Entonces quiero distribuir también yo la comida”. “Bien, haz que te den un canasto” Regresan los apóstoles con canastos y canastillos, grandes y pequeños. El escriba regresa con un canastito. Se comprende que su fe o su incredulidad lo empujaron a cogerlo como si fuese el más grande. “Está bien. Poned todo adelante. Haced sentar a la gente en orden, en líneas regulares, lo más que se pueda”. Y mientras hacen esto, Jesús levanta el pan con los pescados encima, los ofrece, ora y los bendice. El escriba no le quita ni un instante los ojos de encima. Jesús a continuación despedaza los cinco panes en dieciocho partes y divide en igual número los dos pescados. Pone el pedazo de pescado, un pedacito, muy poca cosa, en cada cesto y vuelve a despedazar en trocitos los pedazos de pan. Cada fragmento se convierte en pedacitos: unos veinte más o menos. Cada trozo partido, en un cesto con pescado. “Tomas ahora y dad cuanto quieran. Id, Marziam vete a dar a tus compañeros”. “¡Oh qué pesado!” dice Marziam al levantar el cesto e irse con sus amiguitos. Camina como si llevase un gran peso. Los apóstoles, los discípulos, Mannaén, el escriba miran dudosos su andar… Luego toman sus cestos y moviendo la cabeza se dicen mutuamente: “¡El niño se burla! ¡No pesa más que antes!” El escriba mira adentro, mete la mano para hallar el fondo, pues no hay mucha luz allí donde está Jesús, pero sí hay más allá en lo descubierto. No obstante sentir que no están más pesados que antes, se dirigen todos a la gente y empiezan a distribuir, Dan. Dan. Dan. Y de cuando en cuando se vuelven sorprendidos, siempre más lejos, a Jesús que con los brazos abiertos, apoyado en un árbol, sonríe finalmente de su admiración. La distribución es larga y abundante… Y el único que no muestra admiración ninguna es Marziam que feliz ríe al distribuir tanto pan y pescado a tantísimos niños pobres. Es también el primero en regresar a donde está Jesús y decirle: “Di mucho, mucho, mucho… porque sé lo que es el hambre…” levanta su carita ya no macilenta sino en el recuerdo. Palidece. Abre tamaños ojos… Jesús lo acaricia, y la sonrisa vuelve a iluminar su carita de niño que confiado se apoya en Jesús, su Maestro y Protector. Poco a poco regresan los apóstoles y discípulos, enmudecidos del estupor… El último es el escriba que no profiere ni una palabra, pero hace algo que es más elocuente que un discurso: se arrodilla y besa la orla del vestido de Jesús. “Tomad vuestra parte y dadme un poco. Comamos la comida de Dios”. Comen pan y pescado, cada uno según su apetito. Entre tanto la gente, que ya está harta, cambia impresiones. Los que están alrededor de Jesús se atreven a hablar al ver que Marziam después que terminó con su pescado se pone a charlar con otros compañeritos. “Maestro” pregunta el escriba, “¿Por qué el niño experimentó al punto el peso y nosotros no? Yo hasta lo registré por dentro. Siempre eran esos pocos pedazos de pan y el pedazo único de pescado. Comencé a sentir el peso cuando me dirigí a la multitud. Pero si hubiera pesado lo que di, hubiera sido necesario un par de mulas para que lo cargasen, y hubiera sido necesario no ya un cesto sino un carro lleno, repleto de comida. Al principio me mostré parco… luego me puse a dar, a dar y para no ser injusto volví a pasar por los primeros para darles de nuevo, porque a ellos les había dado poco, y sin embargo bastó”. “También yo experimenté que pesaba mucho el cesto cuando empecé a caminar y al punto di mucho porque comprendí que se trataba de algo milagroso” dice Juan. “Yo por el contrario, me detuve y me senté para echar en el manto el peso y ver… Y vi panes y más panes. Entonces me fui” dice Mannaén. “También yo los conté porque no quería hacer el ridículo. Eran cincuenta pedacitos de pan. Me dije: “Les daré a cincuenta personas y luego regresaré. Miré dentro, había panes todavía. Seguí adelante y di a cien, pero jamás disminuían” dice Bartolomé. “Yo, lo confieso, no creí y tomé en la mano los pedazos de pan y el pescado, los miré y me dije: “¿y para qué sirven? ¡Jesús ha querido hacernos una jugarreta!...” los miraba, los miraba, oculto detrás de un árbol, con la esperanza y desesperanza de ver que aumentasen, pero siempre eran los mismos. Iba a regresar cuando pasó Mateo diciendo: “¿No has visto qué hermosos son?” “¿Qué?” pregunté “Los panes y pescados…” “¿estás loco? Yo veo siempre los mismos pedazos de pan”. “Ve a distribuirlos con fe y verás”. Eché en el cesto los pedazos de pan y me fui a regañadientes… y luego… ¡perdóname Jesús, porque soy un pecador!” dice Tomás. “No. Eres un hombre con espíritu del mundo. Razonas como el mundo”. “Entonces también yo, Señor. Hasta pensé en dar una moneda junto con el pan diciendo dentro de mí: “comerán en otra parte”” confiesa Iscariote. “esperaba ayudarte para que hicieses un buen papel ¿Qué cosa, pues, soy yo? ¿Cómo Tomás o peor que él?” “Más que Tomás, tú eres “mundo” “¡Pero pensé en hacer una limosna para ser “cielo”! Se trataba de dinero mío personal…” “Limosna para ti mismo, para tu orgullo. Limosna para Dios, el cual no tiene necesidad de ella y la limosna para tu orgullo es culpa, no mérito”. Judas baja la cabeza y calla. “Yo por el contrario pensé que aquel bocado de pescado, que esos bocados de pan los debía desmenuzar para que bastasen. No dudé que no fuesen suficientes, ni por el número, ni por su fuerza de alimento. Una gota de agua que Tú des, puede ser más nutritiva que un banquete” dice Simón Zelote. “¿Y vosotros qué pensabais?” pregunta Pedro a los primos de Jesús. “Nos acordamos de Caná… y no dudamos” dice gravemente Judas. “Y tú, Santiago, hermano mío, ¿pensabas sólo esto?” “No. Pensaba que podía ser un sacramento, como Tú me dijiste… ¿Es así o me equivoco? Jesús sonríe: “Es y no es. Tu pensamiento va unido por una figura lejana a la realidad de fuerza de nutrición en una gotita de agua que dijo Simón. Pero todavía no se trata de un sacramento”. El escriba se guarda un mendrugo entre los dedos. “¿Para qué lo quieres?” “Para… recuerdo”. “También yo tengo uno” dice Pedro “Lo meteré en una bolsita que colgaré del cuello de Marziam”. “Yo llevaré uno a nuestra mamá” dice Juan. “¿Y nosotros? Nos comimos todos…” dicen apenados los demás. “Levantaos. Id nuevamente a los cestos, recoged lo que haya sobrado, de entre la gente escoged a los pobres y traedlos aquí junto con los cestos, y luego os iréis todo vosotros, discípulos míos, a las barcas y tomad dirección hacia la llanura de Genesaret. Despediré a la gente después que haya provisto con más a los pobres, y luego os alcanzaré”. Los apóstoles obedecen… y regresan con doce cestos llenos de los restos y detrás de los apóstoles una treintena de mendigos o personas muy necesitadas. “Está bien. Podéis iros”. Los apóstoles y los discípulos se despiden de Mannaén. Se van con un poco de repugnancia del lado de Jesús, pero obedecen. Mannaén espera dejar a Jesús cuando la multitud, en las primeras penumbras de la noche, se haya dirigido a algunos poblados o se haya buscado algún lugar para dormir entre la alta y seca hierba. Luego se despide. Antes que él, se fue el escriba; mucho mejor, fue de los primeros en irse, porque se fue detrás de los apóstoles con su hijito. Una vez que se han ido todos, o bien se han entregado al sueño, Jesús se levanta, bendice a los que duermen, y a paso lento se dirige al lago, en dirección de la pequeña península de Tariquea, elevada uno cuantos metros sobre el nivel del lago. Una vez llegado a las afueras de la ciudad, sin entrar en ella, sino más bien bordeándola, sube al montecito, se detiene sobre una saliente, en oración envuelto en el azul y en el candor de la noche serena y alumbrada de luna”.

¡FIAT!


  1. + EL EVANGELIO DEL REINO DE LA VOLUNTAD DIVINA

Vol. 14-16 (1-2) Marzo 24, 1922 841:

(1) Continuando mi habitual estado, mi siempre amable Jesús al venir me ha dicho:

(2) “Hija mía, conforme el alma hace sus actos en mi Querer, así multiplica mi Vida, de manera que si hace diez actos en mi Voluntad, diez veces me multiplica; si hace veinte, cien, mil, o aún más, tantas veces de más quedo multiplicado. Sucede como en la Consagración Sacramental, cuantas hostias ponen, tantas veces quedo multiplicado, la diferencia que hay es que en la Consagración Sacramental tengo necesidad de las hostias para multiplicarme y del sacerdote que me consagre. En mi Voluntad para quedar multiplicado, tengo necesidad de los actos de la criatura, donde más que hostia viva, no muerta como las hostias antes de Consagrarme, mi Voluntad me Consagra y me encierra en el acto de la criatura, y Yo quedo multiplicado en cada acto suyo hecho en mi Voluntad, por eso mi amor tiene su desahogo completo con las almas que hacen mi Voluntad y viven en mi Querer, son siempre ellas las que suplen no sólo a todos los actos que me deben las criaturas, sino a mi misma Vida Sacramental. Cuántas veces queda obstaculizada mi Vida Sacramental en las pocas hostias en las que Yo quedo consagrado, porque son pocos los que comulgan, otras veces faltan sacerdotes que me consagren, y mi Vida Sacramental no sólo no queda multiplicada cuanto quisiera, sino que queda sin existencia. ¡Oh! cómo sufre por ello mi amor, quisiera multiplicar mi Vida todos los días en tantas hostias por cuantas criaturas existen para darme a ellas, pero en vano espero, mi Voluntad queda sin efecto. Pero lo que he decidido, todo tendrá cumplimiento, por eso tomo otro camino y me multiplico en cada acto de la criatura hecho en mi Querer, para hacerme suplir a la multiplicación de las Vidas Sacramentales. Ah, sí, sólo las almas que vivan en mi Querer suplirán a todas las comuniones que no reciben las criaturas, a todas las consagraciones que no son hechas por los sacerdotes; en ellas encontraré todo, aun la misma multiplicación de mi Vida Sacramental. Por eso te repito que tu misión es grande, a misión más alta, más noble, sublime y Divina no podría escogerte, no hay cosa que no concentraré en ti, aun la multiplicación de mi Vida, haré nuevos prodigios de gracia jamás hechos hasta ahora; por eso te pido, sé atenta, seme fiel, haz que mi Voluntad tenga vida siempre en ti, y Yo en mi mismo Querer en ti, encontraré toda completada la obra de la Creación, con mis plenos derechos, y todo lo que Quiero”.

¡FIAT!


REPARACIÓN A JESÚS

LAS 24 HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, Una parte de la CUARTA HORA 8 pm;

LA INSTITUCIÓN DE LA SANTÍSIMA EUCARISTÍA:

“Jesús mío, gozo y delicia mía, veo que tu amor corre, y rápidamente corre, te levantas, doliente como estás, y casi corres a la mesa donde está ya preparado el pan y el vino para la consagración. Te veo, corazón mío, que tomas un aspecto todo nuevo y nunca antes visto, tu divina Persona toma un aspecto tierno, amoroso, afectuoso, tus ojos resplandecen de luz, más que si fueran soles; tu rostro encendido resplandece; tus labios sonrientes, abrasados de amor; y tus manos creadoras se ponen en actitud de crear. Te veo, amor mío, todo transformado, parece como si tu Divinidad se desbordara fuera de tu Humanidad. Corazón mío y vida mía, Jesús, este aspecto tuyo jamás visto llama la atención de todos los apóstoles, ellos son presa de un dulce encanto y no se atreven ni siquiera a respirar. La dulce Mamá corre en espíritu a los pies del altar para contemplar los portentos de tu amor; los ángeles descienden del Cielo y se preguntan entre ellos: «¿Qué sucede? ¿Qué pasa?» ¡Son verdaderas locuras, verdaderos excesos! ¡Un Dios que crea, no el cielo o la tierra, sino a Sí mismo! ¿Y dónde? ¡Dentro de la materia vilísima de un poco de pan y un poco de vino! Pero mientras están todos en torno a Ti, oh amor insaciable, veo que tomas el pan entre las manos, lo ofreces al Padre y oigo tu voz dulcísima que dice: «Padre Santo, gracias te sean dadas, pues siempre escuchas a tu Hijo. Padre Santo, concurre conmigo, Tú un día me enviaste del Cielo a la tierra a encarnarme en el seno de mi Mamá para venir a salvar a nuestros hijos, ahora permíteme que me encarne en cada una de las hostias para continuar su salvación y ser vida de cada uno de mis hijos. Mira, oh Padre, pocas horas me quedan de vida, ¿cómo tendré corazón para dejar solos y huérfanos a mis hijos? Son muchos sus enemigos, las tinieblas, las pasiones, las debilidades a que están sujetos, ¿quién los ayudará? ¡Ah, te suplico que Yo permanezca en cada hostia para ser vida de cada uno y poner en fuga a sus enemigos, y ser su luz, fuerza y ayuda, de otra manera, ¿a dónde irán? ¿Quién los ayudará? Nuestras obras son eternas, mi amor es irresistible, no puedo ni quiero dejar a mis hijos». El Padre se enternece ante la voz tierna y afectuosa del Hijo, y desciende del Cielo. Está ya sobre el altar y unido con el Espíritu Santo para concurrir con el Hijo. Y Jesús con voz sonora y conmovedora pronuncia las palabras de la consagración, y sin dejarse a Si mismo, crea a Si mismo en aquel pan y en aquel vino. Después te das en comunión a tus apóstoles, y creo que nuestra celestial Mamá no quedó privada de recibirte. ¡Ah Jesús, los cielos se postran, y todos te mandan un acto de adoración en tu nuevo estado de tan profundo aniquilamiento! Pero, oh dulce Jesús, mientras tu amor queda contentado y satisfecho no teniendo otra cosa qué hacer, veo, oh mi bien, sobre este altar, en tus manos, todas las hostias consagradas que se perpetuarán hasta el fin de los siglos, y en cada una de las hostias desplegada toda tu dolorosa Pasión, porque las criaturas, a los excesos de tu amor, corresponderán con excesos de ingratitud y de enormes delitos, y yo, corazón de mi corazón, quiero encontrarme siempre contigo en cada uno de los tabernáculos, en todos los copones y en cada una de las hostias consagradas que habrá hasta el fin del mundo, para ofrecerte mis actos de reparación a medida que recibes las ofensas. Por eso corazón mío, me pongo cerca de Ti y te beso la frente majestuosa, pero mientras te beso siento en mis labios los pinchazos de las espinas que circundan tu cabeza. Oh mi Jesús, en esta hostia santa no te limitan las espinas como en la Pasión, veo que las criaturas vienen a tu presencia y en vez de darte el homenaje de sus pensamientos, te mandan sus pensamientos malos, y Tú de nuevo bajas la cabeza como en la Pasión para recibir las espinas de los malos pensamientos que se hacen en tu presencia. Oh mi amor, junto contigo la abajo también yo para dividir contigo tus penas, y pongo todos mis pensamientos en tu mente para quitar estas espinas que tanto te hacen sufrir, y cada pensamiento mío corra en cada pensamiento tuyo para hacerte el acto de reparación por cada pensamiento malo y así endulzar tus afligidos pensamientos.”


GLORIA PATRI

ET FILIO ET SPIORITUI SANCTO

SICUT ERAT IN PRINCIPIO ET NUNC ET SEMPER

ET IN SAECULA SAECULORUM

AMEN.